Pedro Sánchez aspira a convertir España en El Hormiguero, porque quiere saber cuál es su cámara. ¡Acción!
Para ser presidente de una república bananera, en la que el CGPJ lo elijas tú y los ministros acaben de Fiscal General, hay que tener un programa en prime time con el que cene todas las semanas el país. Hasta entonces España será una democracia plena, occidental y suave como si la hubiesen lavado con Norit.
El presidente propone seis debates antes del 23 de julio porque echa de menos el sermón de la montaña que nos pegaba cada sábado. Como si el confinamiento hubiese sido poco injusto. Y porque es lo más cerca que va a estar de un mensaie de Navidad.
Como si en España no hubiese nada más urgente y nosotros no tuviéramos nada mejor que hacer que ver seis debates. Como si el que estuviera de vacaciones hasta el 23J fuese él.
A Sánchez lo que le gustaría es ser Pablo Motos, una de las hormigas, o José Manuel Parada cuando todavía presentaba Cine de Barrio porque sabe que Bolaños iría al piano con él. "Tócala otra vez, Félix".
Le ofrece el cara a cara a Feijóo porque es la única persona que todavía anda pendiente de él en España. Pero le daría igual si le ponen delante a Tamara Falcó.
Pedro lo que quiere es hablar. Del tiempo, de lo de Benzema, de la próxima de Tarantino, del cacao ideológico de Olona, que hoy es socialdemócrata y mañana taoísta. Pedro quiere un programa, porque si Pablo Iglesias tiene uno, él mínimo seis.
Se siente guapo como Tom Cruise, ese americano que dobla sus propias escenas de riesgo. Pero a diferencia de nuestro presidente le falta valor para convocar unas elecciones un 23 de julio y echarle la culpa de la baja participación a la extrema derecha y a la derecha extrema. Para eso no hace falta un doble de acción, sino el doble de valor.
A Pedro lo único que le molesta de la televisión es que se le muriese Jesús Quintero sin entrevistarle. Qué poca profesionalidad, qué desfachatez. Si hizo trece noches con Antonio Gala, con Sánchez que menos que veintiséis. El loco de la Moncloa.
Por eso quiere montarse un late night con Feijóo, porque Pedro Sánchez no se habría entendido con Quintero. Sánchez no entiende el silencio ni el sagrado deber constitucional de dejar al pueblo soberano en paz. Es superior a sus fuerzas. Es física nuclear, matemática computacional. Es democracia sin adulterar.