Pocos segundos apellidos remiten con más nitidez a las palabras que le anteceden que el de Manuel Fraga. De ahí que no sorprenda que el recién estrenado montaje teatral sobre su vida lleve por título Iribarne.
Estamos convencidos de que se trata de un espectáculo escénico sensacional, capaz de que sus tres horas de duración transcurran como un suspiro para el espectador. Pero los aspectos de su génesis, revelados en las últimas fechas por sus responsables en declaraciones a la prensa, nos hacen pegar algún que otro respingo.
La buena salud del teatro combativo siempre es de celebrar. Hace más de cuarenta años, Els Joglars representaban Operación Ubú, una sátira contra el gobernante en ese momento en el poder, en el Teatre Lliure de Barcelona, que funcionaba en régimen de cooperativa. Hoy, el estatal Centro Dramático Nacional se ocupa de que el fundador del principal partido de la oposición quede convenientemente radiografiado. Dónde va a parar.
La información del diario El País nos dice que la obra no es solamente "desfachatada y feroz" contra el franquismo, "que es lo fácil", sino también con la "sacrosanta" (sic) Transición "y sus símbolos". Este es el momento en el que Ferrán Monegal exclamaría "¡ah!".
La dramaturga, Esther F. Carrodeguas, no desaprovecha el centro para rematar a gol a placer: "¿Por qué no podemos poner en cuestión determinados periodos de la historia? ¿Por qué no podemos hablar de Fraga?"
Es sabido que dos personas pueden tener percepciones antagónicas frente a un mismo fenómeno. Pero causa estupor que a estas alturas se siga hablando de la Transición como un período histórico al que no quepa hacer reproche público. Recuerda a esos temas que llevan más de un lustro ocupando portadas encabezadas con "el tabú de…". ¡Pero si la producción cultural y el discurso imperante no han hecho otra cosa que denostarla durante los últimos quince años, como mínimo!
Que por qué no podemos hablar de Fraga, dice. Me cuesta encontrar un personaje público de la España de los últimos sesenta años que haya sido objeto de más retratos, desde el hiperrealismo a la caricatura. Pero si hasta la sátira política por excelencia de la Transición, La escopeta nacional (Luis García Berlanga, 1978), debía su inspiración creativa a la perdigonada que el político dirigió al trasero de Carmen Franco.
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Como si no salieran a relucir a diario las dudas sobre otorgar nihil obstat democrático al PP por el pasado de su fundador. Nos tememos que Carrodeguas nos da una pista cuando afirma que su obra no es sólo "sobre la España del pasado, sino sobre la del presente". Acabáramos.
Mientras el debate público interno gira en torno a la amnistía, el presidente del Gobierno en funciones se fotografía con el partido político legatario del terrorismo. Ambas situaciones están unidas por la misma idea-fuerza: "Aquí no ha pasado nada". Con una mano el flashazo de Men in black y con la otra un recordatorio de Fraga.
El homenajeado está interpretado a la vez por los seis actores del espectáculo. Los tirantes se bajan y se suben para entrar y salir del personaje. "A veces esto sucede de manera vertiginosa, como una pelota que se lanzan unos a otros". Según la autora, que también es uno de los Iribarnes en escena, la consigna para todos ellos fue "busca el Fraga que hay en ti".
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