Durante su primera intervención en el debate de investidura, Alberto Núñez Feijóo ha conseguido colocar de nuevo un mensaje esencial para los españoles. Pedro Sánchez, a horas de revalidar su mandato, tendrá enfrente una oposición implacable y unida, con "todas las alertas democráticas" encendidas, en torno al liderazgo del hombre que ganó las elecciones con una amplia (aunque insuficiente) mayoría. Ya lo hizo en su discurso de investidura finalmente fallida, en la que leímos entre líneas que el expresidente de la Xunta fiará su destino a la guerra de desgaste.

No es un plan descabellado tras haber entregado el PSOE la estabilidad de su Gobierno al agente más desestabilizador de la última década en España: Carles Puigdemont.

Alberto Núñez Feijóo, este miércoles en la tribuna del Congreso.

Alberto Núñez Feijóo, este miércoles en la tribuna del Congreso. Rodrigo Mínguez El Español

El comienzo de Feijóo ha sido brillante, con una enumeración bastante precisa de las contradicciones del presidente en funciones y de las razones para el no del Partido Popular a su investidura. "No a la amnistía. No a borrar las víctimas del terrorismo. No a pasar por alto la injerencia rusa. No a darle la espalda a más de la mitad de los españoles. No a la mentira. No a Sánchez para seguir diciendo sí a una nación de ciudadanos libres e iguales".

Se agradece que, a las habituales menciones a la amnistía o la mentira, se incorpore la cuestión rusa. A menudo se despacha como un asunto menor la propaganda del Kremlin a favor del referéndum ilegal y el tanteo del círculo de Puigdemont a la Rusia de Putin para defender la república catalana hasta la guerra civil, en caso de necesitarlo. La Comisión Europea no lo olvida. Pero el Gobierno de la memoria democrática sí.

En la tribuna del Congreso de los Diputados, Feijóo ha certificado que la oposición tiene un rumbo. Y para no dejar votantes de la derecha sin atender, ha recurrido a un lenguaje más grave, acorde a las acusaciones contra un Sánchez al que acusa de "adaptar las leyes a los intereses personales" y sacudirse los valores constitucionales.

Feijóo ha sabido capitalizar, a su vez, la sospecha más extendida entre la mayoría de los españoles: que la amnistía a los autores del levantamiento de 2017 es un paso más hacia el referéndum de autodeterminación para Cataluña. Porque conocemos todas las cesiones del sanchismo ante los nacionalistas catalanes, pero ¿qué ha arrancado a cambio? Busquen en la hemeroteca. No encontrarán nada. Mucho menos una renuncia a la vía unilateral que ya exploraron durante el último mandato de Mariano Rajoy.

Cualquier enumeración de los pecados de la legislatura de Sánchez es suficientemente elocuente como para sonrojar al dirigente más descarado. Pero Feijóo ha confundido por momentos el exceso con la contundencia. Si Sánchez contribuyó en la mañana a la idea de dos bloques incompatibles y al cabo irreconciliables, Feijóo no ha allanado el camino para lo contrario. Probablemente para satisfacer las demandas de los más afines a Vox y a la corriente más dura de su partido, representada por la presidenta Isabel Díaz Ayuso.

Con todo, por preocupante que sea la deriva de Sánchez, nada justifica que el líder de la oposición cuestione la legitimidad democrática de este Gobierno. Tampoco el valor de los votos del independentismo. No sólo es innecesario desde el plano retórico, sino que recalienta los ánimos de una sociedad necesitada de sosiego. Y eso sólo favorece a los extremos, autorizados para ir más lejos.

Feijóo viste mejor el traje de la centralidad y el constitucionalismo. Es creíble cuando se compromete con los ciudadanos pacíficos que se movilizan contra la amnistía. "¿Acaso son nostálgicos del franquismo Felipe González o Alfonso Guerra?", ha recriminado al candidato socialista. "Cuanto más perversos sean sus métodos, con más constitucionalismo hay que combatirle".

Pierde credibilidad cuando oscila entre dos máscaras que presentar al mundo: si la presidencial o la brusca. Tampoco le ayuda que pretenda convencernos de que renunció de inicio al acuerdo con Junts, cuando él mismo reconoció contactos "indirectos" y cuando sus colaboradores deslizaron que unas manzanas podridas no debían empañar la respetabilidad de un partido "cuya tradición y legalidad no está en duda". Se lo ha puesto fácil a Sánchez. Y Sánchez le ha sacado punta.

Feijóo ha sido certero cuando ha tenido que serlo. "La Historia no le amnistiará". "Sé que necesitan la resignación del pueblo español, se equivocan; esa España silenciosa y resignada que desean no la van a tener". "No se equivoquen, el señor Sánchez no ha logrado el apoyo de nadie: lo ha comprado firmando cheques que todos pagamos". Le ha perdido, en cambio, el lenguaje del partisano. "España no se rinde", ha sentenciado.

Esta democracia no está para divisiones de tiranías y resistencias.