Hay que ver la cantidad de cosas que hace el Gobierno. Si uno anda pendiente de lo que dicen el presidente y sus ministros, Moncloa no para.

Hacen cosas a todas horas. Cosas de ministros. Amanecen y dan una rueda de prensa. Tuitean y dan una rueda de prensa. Respiran y dan una rueda de prensa.

Van siempre con prisa a hacer algo nuevo, como los renos de Papá Noel la noche del veinticuatro. Lo mismo abordan la subida del salario mínimo interprofesional que la anulación por parte del Tribunal Supremo del nombramiento de Magdalena Valerio en el Consejo de Estado.

Jorge Javier Vázquez se reúne con Pedro Sánchez durante su visita a La Moncloa el pasado miércoles.

Jorge Javier Vázquez se reúne con Pedro Sánchez durante su visita a La Moncloa el pasado miércoles.

Y todo lo comentan. Lo que más hace el Gobierno esta legislatura y la anterior es comentar, como esos tipos que no saben jugar al fútbol, pero pretenden decirles por la radio a los jugadores cómo hacer su trabajo.

Ahí llega Pilar Alegría, maestra de carrera, explicándoles a los juristas del Tribunal Supremo lo que es la separación de poderes. Y lo hace sin sonrojo porque el Gobierno hace muchas cosas, menos sonrojarse.

Dice que esto "no es un ejemplo de la separación de poderes. Respeto, pero no la compartimos". Como si tuviera que importarnos la opinión del Gobierno sobre las resoluciones de los jueces. Las sentencias se acatan, pero los ministros de esta legislatura necesitan minutos de audiencia, como concursantes de un reality para justificar su cartera. 

Sálvame desapareció cuando Moncloa se convirtió en un reality show. En España nacionalizamos el espectáculo. ¡Exprópiese! Esa necesidad de que constantemente ocurran cosas en la pantalla y en Moncloa porque el votante ya no es un ciudadano, sino un espectador.

Así se explica esta nueva forma de hacer política en la que toda decisión dura veinte temporadas. Los ministros se van de vacaciones y en RTVE se lee: "Continuará". Necesitan tener constantemente atiborrado de imágenes el encefalograma plano del espectador para que no cambie de canal. O aún peor, de partido. 

Vamos camino de que el votante del PSOE sepa más de la vida de Marlaska que de la de sus propios hijos. Óscar Puente va a Bruselas y vuelve presumiendo de que la reunión ha durado ocho horas muy intensas. Suerte que no lo vio ningún MIR con guardia de veinticuatro horas. Después Urtasun, que como de Cultura no sabe nada, decide acosar a una multinacional.

Si continúa esta deriva en la que cada ministro se esfuerza tanto por hacer cosas, la próxima legislatura Pedro Sánchez tendrá que empezar a expulsar al perdedor cada semana. "Manda un SMS al 343 si quieres que Yolanda se salve".

Porque Moncloa funciona ya como la pornografía emocional. Un Ejecutivo que es todo de algodón de azúcar y en el que sólo se hacen cosas chulísimas. Y cuando baja la audiencia, que en vez de en el EGM se mide en las urnas, porque la serie empieza a flojear, los guionistas dan un giro drástico al guion. Una amnistía, qué gran idea. Y se resucita así a un personaje muerto y enterrado que vuelve después de seis temporadas con tal de entretener a la audiencia un rato más.  

Este será el Gobierno que más cosas haga en la historia de la Democracia. Digo más, el Ejecutivo que más cosas ha hecho en un sólo día, más incluso que todos los anteriores en cuarenta y cinco años. Lo único que debería de importarle al votante del PSOE y de cualquier otro partido es cuántos de esos asuntos tienen calado, cuántos perdurarán y cuántos son un mendrugo con el que entretener al personal.

Pero aquí no nos hemos enterado de nada. Tampoco de que el votante debería de sentirse partícipe de las instituciones y no un mero espectador.