Se buscan vocaciones de urgencia, dos para ser exactos. No hacen falta más, pero dos en estos tiempos que corren son una misión heroica, uno de esos trabajos que ni Hércules hubiese podido superar. Dos muchachas –o no tan jóvenes–, que quieran ser Carmelitas Descalzas en Ronda, porque allí sólo quedan cuatro hermanas custodiando la mano incorrupta de Santa Teresa y temen que el Vaticano las cierre el convento si no llegan pronto a seis. Y pierdan, de paso, la reliquia que custodian, que a diferencia del póker, perder esta mano no da opción a recuperarse después. Es un órdago a la grande, es la mano incorrupta de Santa Teresa de Jesús y con la Iglesia hemos topado, porque en estos tiempos lo que es un verdadero milagro es encontrar a alguien con vocación.
Los críos nacen sin ella desde hace dos décadas, como si eso de la pasión por algo concreto fuese un elemento que la evolución descartó. Perdieron nuestros antepasados el pelo y pierden los críos la vocación como un vestigio antiguo que ya no es necesario para sobrevivir. Porque "las niñas ya no quieren ser princesas / y a los niños les da por descubrir / el mar dentro de un vaso de ginebra…", pongamos que hablo de una generación entera. Las niñas no quieren ser princesas y no digamos poetas, como para meterse a monjas… Los niños de hoy no quieren ser nada, quieren ser streamers, que viene a ser menos que nada: pan para hoy y desastre como sociedad.
Antes, al menos, querían ser toreros, que era el último héroe que toleraba nuestra civilización. Después futbolistas, que es una deformación de lo mismo y ahora la heroicidad pasaría por que encuentren una vocación. Algo que les apasione de verdad. La vocación es un perro que nunca deja de ladrar, pero en estos tiempos de leyes breves de educación que cambian cada cuatro años: sin latín, ni griego, escasos de filosofía y de historia, decidieron matar al perro y propagar la rabia.
A mí, que quería ser 'El Zorro' cuando era crío y llevar capa y espada ropera y preparar otro motín de Esquilache, nunca se me pasó por la cabeza eso de ser monja. Pero tal y como se está poniendo el siglo lo mejor va a ser retirarse de él. Profesar como novicia, aprender a hacer dulces, trabajar la huerta, rezar, madrugar y leer, empiezan a tener más atractivo que una plaza fija de funcionario de aquellos de la época del PSOE en la Junta de Andalucía que nunca pisaron por el despacho.
Encontrar vocaciones, para monja, para fontanero o para astronauta, es más difícil que encontrar trabajo hoy. Porque está mal el mercado laboral, pero peor están las pasiones del personal. Y, como un artículo siempre tiene algo de servicio público, de anuncio por palabras, noticias así se merecen una oportunidad.