Pocas veces un beso ha destruido tanto. Cierto que no era consentido (por ella), sino demandado (por él), y, por tanto, irrespetuoso, inaceptable y, probablemente, ilegal.
Pero sigue siendo un beso, y ha conseguido arrasar una trayectoria, una vida, el futuro de alguien que, un instante antes, parecía incapaz de vislumbrar que algo se pudiera interponer entre el éxito mayúsculo y él mismo. Ni siquiera los dioses podrían, eso pareció durante un tiempo, demoler la figura de Luis Rubiales.
Pero el tiempo siempre acaba por levantar las máscaras, por aclarar las historias de cada uno, como si dejara de encubrirnos, y eso resulta definitivo hasta para alguien que actuaba como si los códigos vitales provinieran de un planeta lejano y no resultaran de aplicación para él.
La historia del expresidente de la Real Federación Española de Fútbol no se verá afectada por el resultado de la Eurocopa, como era previsible sospechar antes de que concluyera la final femenina de Sídney. Sí lo hará el juicio que comienza el 3 de febrero de 2025, cuando se le juzgue por haber cometido, presuntamente, delitos de agresión sexual y coacciones. La Fiscalía pide dos años y medio de prisión para él.
Rubiales pasó en escasos minutos del éxito extremo de un campeonato del mundo al escarnio popular. De abrazar a Jennifer Hermoso aquella noche en el hemisferio sur a asomarse, algún tiempo después, no solo a la ira de la mayoría de ciudadanos, sino a un proceso penal.
Dijo —gritó— en sede federativa que no iba a dimitir, y lo repitió varias veces, quizá para creérselo. Aún vestía trajes caros, todavía le aplaudían sus ocurrencias en el salón principal de la RFEF.
Menos de un año después de la noche en que cambió la vida del expresidente, la Selección española masculina ha encadenado seis triunfos consecutivos en un gran torneo (nunca lo había hecho) y se encuentra a una victoria de la quinta Eurocopa de su historia.
Enfrente, como aquella noche en Sídney, también Inglaterra. Rubiales podría estar en el palco comandando a la Selección. Sin embargo, un beso no consentido se lo impide y además le acerca a la posibilidad de ingresar en prisión.
Qué sensaciones, tal vez poderosas y extrañas, se le abalanzarán a Rubiales, allá donde esté, mientras sigue la final por televisión.