Hay quienes consideran como paradigma de la victoria la aniquilación del adversario y la obtención de una suerte de paz estable. No es el caso de Israel: allí desde hace tiempo se piensa que la guerra es inevitable. De ahí que las operaciones de contrainsurgencia en Cisjordania sean consideradas "operaciones rutinarias", propias de tiempos de paz.
Esta mentalidad en la que la paz no es sino un lapsus anterior a la próxima guerra es clave, ya que para el generalato y las élites israelíes asumir esta idea supone aceptar que el mejor resultado posible es aquel que atrase al máximo la siguiente guerra.
Y esto ¿cómo se logra? A través de una coacción masiva durante el conflicto bélico que induzca una fuerte disuasión-coerción en tiempo de paz, disuadiendo a sus enemigos de operar contra Israel.
Es el caso de la doctrina "Dahiya", así nombrada en honor al arrasado distrito chií de Dahiya, Beirut en la guerra de 2006. Una acción que indudablemente sirvió para disuadir a Hezbolá durante 17 años. Quizás por ello a partir de la década de 2010 el Eje de Resistencia de Irán se centró en operar en el anillo de países alrededor de Israel, a fin de erigir lo que -en términos de Soleimani- sería un anillo de fuego circundando a Israel.
Pues bien, la guerra estalló el 7 de octubre de 2023, el anillo de fuego se activó con más poder que nunca para apoyar a Hamás, y el tiempo ha convertido el conflicto en una guerra de desgaste que Israel parece estar ganando, en un sentido, y perdiendo en otro, por ahora.
De entrada, parece claro que la idea de la doctrina Dahiya -la respuesta desproporcionada- dejará huella en la mente de todos los decisores antiisraelíes del Eje de Resistencia, que se lo pensarán dos veces antes de volver a iniciar cualquier clase de agresión. En este sentido, Israel debería poder comprar muchos años de paz y rediseñar las fronteras para mejorar su seguridad.
En segundo lugar, contra todo pronóstico, la Umma no se ha sentido interpelada por este conflicto y las monarquías árabes -con excepción de Qatar- han mantenido una educada ignorancia hacia el conflicto, limitándose a aportaciones diplomáticas y humanitarias simbólicas. Y constatando el desgaste de la causa palestina, que va más allá de los Acuerdos de Abraham y parece proceder de un cambio generacional en el liderazgo árabe.
Por último, el sabor más amargo para Israel quizá sea el de Hamás, una organización cuyo líder sigue vivo, que ha logrado sostener una resistencia descentralizada por toda Gaza y que a fecha de hoy sigue intentando reconstruir sus batallones por toda la ciudad. Es decir, el objetivo de rescatar a los rehenes y aniquilar a Hamás encontrando a quien gestione Gaza, constituyen en suma un fracaso para el gobierno hebreo.
En definitiva, Israel está desmantelando y metiendo en cintura el anillo de fuego pacientemente construido por Irán durante más de una década, agotando todas las opciones estratégicas del Eje de Resistencia más allá de desarrollar su arsenal nuclear u optar por una escalada general.
Ahora bien ¿qué sucederá el día posterior a la redefinición de fronteras? ¿Qué sucederá cuando acabe el conflicto? ¿Caerá Irak definitivamente en manos de Irán o logrará Estados Unidos revertir el curso de los acontecimientos?
Quizás la pregunta más importante es la relativa al gran creciente chií, el inmenso corredor terrestre que conecta Irán con el mar Mediterráneo.
Durante años Israel se limitó a bombardeos puntuales sobre el mismo, evitando en todo caso atacar territorio libanés. Pero ahora que se ha roto la disuasión y en vista de lo sucedido parece claro que Israel adoptará una actitud preventiva.
O, lo que es lo mismo, las "operaciones rutinarias" se extenderán a todo el gran creciente chií y a las remesas de armamento que lleguen a Líbano, por lo que el espacio entre la guerra y la paz se tornará más confuso, pues el Eje de Resistencia se verá obligado a atacar Israel de vez en cuando como respuesta.
Pero quizás los efectos más graves de toda esta situación pasen por el terrorismo, la herramienta que tan bien funcionó a Hezbolá en la década de 1980 y que constituye la mejor manera -a caso la única- que tiene Hezbolá de golpear Israel, poniendo en la diana sus embajadas y edificios oficiales, eventos y civiles haciendo turismo...
En todo caso, el Estado de Israel habrá logrado comprar un largo periodo de paz. Pero ¿qué clase de paz? El futuro dirá.