Entusiasmo con las propuestas de la Seminci. Resuenan los ecos de La mitad de Ana, el debut como directora de la actriz Marta Nieto, que versa sobre la infancia trans, cuando todavía no se han apagado los de Polvo serán, musical de Carlos Marques-Marcet protagonizado por Ángela Molina, que encarna a una enferma terminal que viaja a Suiza para poder poner fin a su vida.

El festival vallisoletano coincide con el estreno en salas comerciales de La habitación de al lado, el primer largometraje de Almodóvar en inglés, premiado en Venecia. Trata de la amistad retomada entre dos mujeres (Tilda Swinton y Julianne Moore).

La primera padece un cáncer incurable y pide a la segunda que se ocupe de llevar a cabo su extinción en los términos que ya tiene pensados.

Un cartel anunciador de la Seminci de Valladolid.

Un cartel anunciador de la Seminci de Valladolid.

El director ha afirmado que su película es "una respuesta a los discursos de odio que oímos cada día". "Habla de una mujer que agoniza en un mundo que agoniza".

Y añade: "El cambio climático no es una broma. No sé cuántas demostraciones necesitamos para verlo. La única solución, aunque tal vez peque de pretencioso, es que cada uno desde su lugar se manifieste en contra de este negacionismo".

El peso del "mensaje" del filme recae en el personaje que interpreta John Turturro, lo que ha servido a Oti Rodríguez Marchante para rebautizarle como "Turturra".

No era el único aterrizaje español de la cartelera. Con menos trompetería, llegaba también Valenciana, segundo largometraje de Jordi Núñez.

Valenciana es una radiografía de la comunidad autónoma que le da título durante los años noventa. Faltan dedos en las manos para contar las crónicas periodísticas que han puesto el énfasis en su retrato de la corrupción del PP. Coincidir con la condena a Eduardo Zaplana ha sido un ejemplo perfecto de timing.

Sigue en salas Soy Nevenka, la gran apuesta de Movistar+ para los Goya. Ya saben: la historia de la primera mujer española víctima de un político condenado por acoso sexual. Este era Ismael Álvarez, alcalde de Ponferrada con el PP.

La historia de Nevenka ya había dado pie a un libro ensayístico de Juan José Millás (2004) y a una serie documental en la plataforma Netflix (2021).

La trayectoria política posterior de Álvarez se recuerda, en cambio, mucho menos. Fundó un partido independiente que terminó siendo indispensable para la gobernabilidad de la ciudad. En 2013 se unió al PSOE en una moción de censura.

El escándalo fue mayúsculo y supuso un serio revés para el dirigente que dio el visto bueno, el hoy ministro de Transformación Digital Óscar López.

Aquel fuego se apagó arrancando al condenado el compromiso de renunciar al acta en cuanto se consumara el relevo en el poder. Así lo hizo.

La plataforma de Telefónica ofrece ya a sus abonados la serie Querer. Sus responsables han declarado que han querido llevar al límite las preguntas sobre el consentimiento sexual. La historia trata el cisma en una familia cuando la madre denuncia al padre por violación continuada a lo largo de treinta y dos años de matrimonio.

De todos estos temas puede salir perfectamente una gran obra de ficción. O por lo menos una interesante. Pero llama la atención el grado de alineamiento con la agenda social del Gobierno que ha ido desarrollando el sector audiovisual español.

Se diría que las películas y las series que se producen en nuestro país tienden a reflejar aquello de lo que el poder quiere que se hable. Líbrenos Dios de ponerle deberes a los creadores, pero uno pensaría que lo interesante sería lo contrario.

Cuando se supo que la docuserie sobre el día a día de Pedro Sánchez se iba a llamar Cuatro estaciones, pensamos que sería un guiño malévolo a la "pizza cojonuda" (sic) sobre la que giraba su celebérrimo tuit de la madrugada del 24 de diciembre de 2010.

Aquello era un elogio al plato estrella del restaurante Luna Rosa de Madrid. Estábamos equivocados. Resultó ser el dedo.