Cuando Alejandro Magno conquistó Frigia, le enfrentaron al reto de desatar el nudo gordiano, el que unía la lanza y el yugo de Gordias con un nudo cuyos cabos se escondían en el interior, tan complicado que nadie podía desatarlo.

Solucionó el problema cortándolo de un golpe con su espada: "Es lo mismo cortarlo que desatarlo".

De este modo, cortar el nudo gordiano es resolver un problema de forma urgente, tajante, sin contemplaciones: descubriendo su esencia, podremos revelar todas sus implicaciones.

El empresario Víctor de Aldama, este viernes.

El empresario Víctor de Aldama, este viernes.

Víctor de Aldama no es Alejandro Magno ni Gordias: él es el nudo.

Aldama se ha autoinculpado, se ha confesado corruptor esencial, nudo gordiano de una trama compleja y simple a la vez, en la que, hasta que se han ido soltando, costaba identificar los cabos.

Si el objetivo era su excarcelación, negociada hábilmente por su abogado con la Fiscalía, con esa admisión de culpa era suficiente. Credibilidad suficiente, verosimilitud suficiente, sumada al compromiso de aportar pruebas.

Sobre todo, teniendo en cuenta las amenazas previas a su integridad personal recibidas en el entorno carcelario. De hecho, apenas unas horas después, ya estaba en libertad.

Sin embargo, Aldama ha ido mucho más allá. No necesitaba implicar a otros para reducir su pena, porque el cerebro de la trama era él.

Entonces ¿por qué? ¿Para qué se va a arriesgar a imputar una actividad delictiva a otros? Mentir agravaría su situación. Caso de probarse falsas las acusaciones, redundaría en su perjuicio.

¿Qué gana Aldama mintiendo? Nada.

Pero lo que en otro país resultaría delirante, en el país de Villarejo y el pequeño Nicolás parece verosímil.

Los salpicados ahora (medio Gobierno, medio PSOE) acusan de mentir al que los señala. La directriz es tan frágil que cuesta creer que Sánchez la haya interpretado en primera persona: Aldama miente para salir de prisión, un "presunto delincuente" no tiene credibilidad...

Insostenible lo uno y lo otro.

Aldama tenía asegurada su salida de Soto del Real colaborando y autoinculpándose. Y Pedro Sánchez (y su partido, y su/s gobierno/s) no sólo dieron en el pasado credibilidad a otros "presuntos delincuentes" como Bárcenas y Villarejo, sino que llevan un año dependiendo de y pactando con otro delincuente nada presunto llamado Puigdemont.

"Mi Gobierno es un Gobierno limpio que nació para luchar contra la corrupción… en lo que respecta a mi persona y a mi gobierno (actual), todo es falso…", ha afirmado el presidente Sánchez como reacción a la declaración de Aldama ante el juez.

¿Recuerdan aquello de Rajoy sobre Bárcenas? "Todo es falso, salvo alguna cosa".

La historia se repite, esta película ya la vimos. Pero aquí hay otra diferencia importante.

Aldama en realidad no tiene nada contra aquellos sobre los que ha descrito su relación y actividad. No necesita mentir, al revés: le viene muy mal mentir.

Ni Koldo ni Ábalos ni Sánchez son sus enemigos. Aldama era uno de los suyos, el valido rampante, el hacedor de tejemanejes. Útil, polifacético. Y la motivación de la venganza en diferido es, en su caso, muy peregrina.

Permítanme repetirlo: al juez ya le habría valido con la autoinculpación para retribuir a Aldama con la excarcelación. El aporte de pruebas (documentos, apuntes) estaba asimismo comprometido con el juez, pero en realidad es secundario: hay cosas imposibles de probar porque, en su misma razón de ser, está el evitar su prueba.

Aunque el súmmum de la humillación sería que el juez, a falta de posibilidad probatoria, solicitara un careo con los señalados.

Aldama contará hasta donde convenga a su autoincriminación. Su abogado lo guía y entrena, pero no le va a ser fácil mantenerlo en el guion. Porque la tendencia de Víctor de Aldama a la sobreactuación y el protagonismo (me he guardado algo gordo, si Sánchez quiere pruebas las va a tener, ¡mitómano y con alzhéimer!) van inscritos en el "personaje".

Así precisamente se refiere a él ahora el presidente Sánchez. No por su nombre (vetado), ni siquiera como "esa persona de la que usted me habla".

El tono burlón de Sánchez sobre una cuestión judicial fue llamativo por lo inusual. Pero ahí estaba esa risa sardónica, otra vez. Ese espasmo anormal de cejas levantadas y falsa sonrisa ancha cuya causa aún no conocemos.

Lo que sí sabemos ahora que Aldama ha pasado de persona a personaje es que el presidente Sánchez mintió cuando, tras publicarse su foto en un acto político del PSOE en 2019, aseguró a un corrillo de periodistas que nunca había cruzado una palabra con el conseguidor.

Invitado y con acceso a una zona reservada para hablar con el presidente y retratarse juntos, Aldama declaró ante el juez que no cruzó con él una, sino varias palabras llenas de contenido. "Gracias por lo que estás haciendo, me tienen informado'".

A todos los que compartimos la pertenencia a este Estado de derecho llamado España, nos queda confiar en que el proceso judicial se desarrolle como corresponde, con las debidas garantías para todos los involucrados en el mismo.

Pero lo que el presidente Sánchez debe explicar sin demora a los ciudadanos españoles es cuál es la naturaleza real de su relación con Víctor de Aldama. En sede parlamentaria, de forma inmediata, por responsabilidad, sin esperar a que lo llame el juez.

Porque el desprestigio de la clase política ya era una losa asfixiante para nuestro país. Pero ahora, desolado tras la catástrofe de Valencia, es directamente insoportable.