El régimen de los Asad ha colapsado en diez días y no tiene quien le sustituya. El principal candidato es un exguerrillero sirio, de nombre Al Jawlani, que luchó en Al Qaeda contra Estados Unidos bajo el mando del yihadista más sanguinario que ha conocido la historia moderna, Al Zarqawi.
Al Jawlani significa "del Golán", un falso apellido que se le atribuye desde que se convirtió en un importante jefe local de Al Qaeda.
Hoy, Al Jawlani, atesora veinte años de guerra en Siria e Irak a sus espaldas y dirige Hayat Tahrir al Sham (HTS), el mayor grupo rebelde que sobrevivió en Siria gracias a que se atrincheró en la provincia de Idlib y obtuvo la protección de Turquía cuando la campaña sirio-rusa arreciaba.
Nuestro protagonista, gracias a su experiencia como guerrillero antiamericano, erigió una organización de bases, de cantera y de cuadros formados por veteranos de Irak y de personal altamente motivado.
Hay quienes dicen que Al Jawlani se moderó tras abandonar Al Qaeda.
Nada más lejos de la realidad.
La ruptura con Al Qaeda fue de mutuo acuerdo, con las mejores palabras dedicadas por el jefe del grupo terrorista para con Al Jawlani, y con una sola consigna: nos separamos de Al Qaeda para que rusos y americanos no sigan usando semejante excusa para bombardear a los civiles sirios.
Nunca hubo una renuncia ideológica, sólo una escisión instrumental.
Y lo instrumental es la principal esperanza con Al Jawlani. Esperemos (y sólo nos queda esperar) que por una cuestión de pragmatismo respete a cristianos, drusos y alauís, y esperemos que su emirato (forma legal que adoptará su "Estado") no se convierta en una incubadora de grupos terroristas.
Ahora bien, HTS, aún siendo la organización mejor posicionada para dominar Siria, difícilmente va a poder gestionar el vacío de poder. Con entre 10.000 y 20.000 soldados y una experiencia y capacidad de gestión que se limita a Idlib (una recóndita provincia) parece difícil que vayan a poder ocupar el vacío dejado por el Estado de los Assad en Alepo, Hama, Homs, Damasco, Tartús y Latakia.
Pase lo que pase, HTS no ha vencido sola. Le han ayudado los señores de la guerra del sur, que se han rebelado en las últimas jornadas.
Le ha ayudado también la desidia de los generales y las tropas del Ejército Árabe Sirio.
Le han ayudado también algunas tribus, que han visto en la guerra una oportunidad fácil de ganancia.
Pero todos estos actores, pactando o no con HTS, van a tomar su cuota de poder y van a convertir Siria en un reino de taifas. Aun más de lo que ya es, quiero decir.
Por si lo anterior fuera poco, Turquía seguirá avanzando en su proyecto imperial en el norte de Siria, estableciendo un colchón fronterizo que alcanza ya cerca de cuarenta kilómetros de profundidad, y que va a expandirse a costa de los turcos a lo largo de 2025.
Si Donald Trump retira sus tropas de Siria, la ofensiva turca sobre los kurdos sirios será total. La Segunda Guerra Civil Siria no se va a cerrar pronto.
En medio de este desaguisado, en pleno desierto central de Siria, entre Palmira y Deir ez Zor, el Estado Islámico aguarda su oportunidad y mantiene una campaña guerrillera sobre todos y contra todos. Sin duda, el grupo tratará de reconstruir su querido califato ocupando cualquier lugar que no sea defendido militarmente.
Y defender el desierto sirio es muy difícil.
Para cerrar este caos nos encontramos los retazos de lo que una vez fue el Ejército Libre Sirio, financiado por Estados Unidos, y del que hoy sólo queda una triste sombra llena de milicianos y contrabandistas de medio pelo que operan desde el paso fronterizo de Al Tanf, junto a Jordania. La existencia de estos restos del Ejército Libre Sirio se debe al interés estadounidense y británico por blindar la frontera desértica jordana de una posible penetración del Estado Islámico contra el reino del rey Abdulá.
Pero podemos tener una certeza. Los rusos no volverán. Al menos, no a corto plazo. Con convoyes de tropas rusas aislados en media Siria y las bases de Hmeimim y Tartús abandonadas a todo correr, el sabor de la derrota es amargo para el Kremlin.
Putin buscará ahora desesperadamente un nuevo nodo logístico intermedio desde el que sostener sus operaciones en África. Sudán, Libia Oriental y Argelia son los principales candidatos para albergar nuevas bases rusas, en ese mismo orden.
Irán es, quizás, el más derrotado desde el punto de vista geopolítico. El Gran Creciente chií, ese corredor terrestre que iba desde Afganistán hasta Líbano, pasando por Irán e Irak, que conectaba todo el mundo chií y que daba salida mediterránea a los persas, se ha acabado.
En adelante, Teherán ya no podrá enviar columnas de milicias iraquíes a Líbano para apoyar a Hezbolá, que se encuentra sola ante el peligro y que demuestra estar saturada por los acontecimientos que suceden en el sur del país, en la guerra con Israel.
No obstante, el día en que la guerra con Israel concluya, es posible que el Eje de Resistencia intente reconstruir su red siria.
Por último, Israel no dudará en aprovechar el caos para crear una zona neutral a costa del territorio sirio, a la vez que lanza bombardeos por toda Siria a fin de evitar que armas antiaéreas, arsenales y armas químicas acaben en manos de los islamistas.
El arsenal químico sirio, que cuenta con el agente VX (el arma química más letal jamás diseñada), es sin duda la mayor preocupación para la inteligencia israelí. Aunque también lo es el destino de los científicos sirios que han dirigido el diseño y fabricación de este tipo de armas de destrucción masiva.
La muerte institucional de Bashar al Asad produce un vacío de poder que nadie podrá llenar a corto plazo. A ello se suma la hostilidad turco-kurda, la guerra con Israel y la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
Todo ello augura una Segunda Guerra Civil Siria que necesitará tiempo hasta que algún actor político pueda reconstruir el Estado o hasta que podamos certificar la total taificación del Levante, como lo llaman los fundamentalistas.