Lo primero que cabe subrayar de la frustrada sesión de investidura consumada este viernes es que Rajoy ya ha hecho historia: se ha convertido en el primer presidente de nuestra Democracia que ve cómo su candidatura es rechazada por el Congreso. Eso dice mucho de su incapacidad para aglutinar apoyos en torno a su persona.
Pero cerrado este intento, confirmado el fracaso, ahora hay que mirar al futuro y agotar todas las opciones para evitar unas terceras elecciones. Porque si eso ocurriera, y ahora quedan dos meses para impedirlo, además de una burla a los españoles supondría un desprestigio de la clase política sin precedentes y un gravísimo deterioro de la imagen de España en los foros internacionales.
Otras opciones
Visto que es muy complicado que Rajoy reúna más apoyos de los recabados en esta investidura, se abren otras opciones, todas ellas democráticas, para salir del bloqueo institucional. Sin embargo, EL ESPAÑOL cree que lo más razonable sería que el líder del PP diera un paso atrás para favorecer un acuerdo entre PP, PSOE y Ciudadanos, que podría sentar las bases para dar confianza al país en un momento particularmente complicado.
Pedro Sánchez se dirigió este viernes a los populares para pedirles una reflexión, dando a entender que el PSOE podría estar dispuesto a cambiar de posición si presentaran a otro candidato. Es una propuesta que pone a Rajoy en la picota, porque permite visualizar que él es el tapón y que es su empecinamiento el que puede llevar a tener que convocar unas terceras elecciones.
Nerviosismo en el PP
El nerviosismo con el que el portavoz de la bancada del PP, Rafael Hernando, respondió a Sánchez, arremetiendo inopinadamente y sin ton ni son contra Albert Rivera, afeándole con acritud que fuera él quien hubiera planteado en su día la posibilidad de encontrar un candidato de consenso para presidir el Gobierno, indica hasta qué punto la presión puede acabar trasladándose ahora al PP.
La realidad es que Rajoy debe de ser consciente de que los votos que necesita para intentar una nueva investidura ya sólo podrían llegarle del PNV y por una carambola de las elecciones vascas. Por tanto, si de verdad quiere anteponer los intereses de España a los suyos propios, el líder del PP haría bien en considerar el dar un paso atrás. Eso sería actuar con generosidad y altura de miras; lo contrario, empeñarse en cincelar la imagen de un dirigente egoísta hasta límites impropios de un demócrata.