La pesadilla se ha hecho realidad. Donald Trump sustituirá a Barack Obama en la Presidencia de los Estados Unidos. Ha ganado a Hillary Clinton después de agraviar a las mujeres, después de ofender a los hispanos, tras insultar a los musulmanes y tras romper con los principales líderes del Partido Republicano.
El triunfo de Trump es el triunfo del populismo. Ha vencido sin un programa definido, a golpe de ocurrencias y de repetir eslóganes, con un discurso racista y victimista, y ha logrado su objetivo: recoger el voto del malestar y el hartazgo de millones de ciudadanos hacia el sistema.
Gran incertidumbre
La victoria de Trump, inimaginable cuando inició esta carrera -se le tomó a broma-, contra pronóstico, no reflejada por las encuestas, y frente a la opinión de los principales medios de comunicación del país, es un fenómeno que quedará grabado en la historia entre los hechos más significativos de este comienzo de siglo, como el atentado de las Torres Gemelas, la caída de Lehman Brothers o la llegada a la Casa Blanca del primer presidente negro.
Hoy se abre una gran incertidumbre en la primera potencia mundial y en todo el planeta, como ya han anticipado las Bolsas. Hoy se quiebra un modelo de convivencia multirracial que ha venido funcionando en Estados Unidos con más ventajas que inconvenientes. Porque para Trump los inmigrantes son el chivo expiatorio: para frenar su entrada ha anunciado la creación de un muro en la frontera con México, y para limpiar el país ha prometido deportaciones.
Terremoto mundial
Hoy se quiebra seguramente también un modelo de política económica. En contra del discurso de su propio partido, Trump ha cargado contra los tratados internacionales de libre comercio y ha apostado por medidas proteccionistas. Pero también pueden saltar por los aires acuerdos como el de la lucha contra el cambio climático, que Trump considera una "invención". Habrá que ver hasta dónde es capaz de concretar sus proclamas porque la democracia estadounidense funciona con un sistema de contrapesos que debe impedir que, pese a su gran poder, el presidente sea un tirano.
Habrá que estar atentos, así mismo, a la repercusión que tienen los resultados de este 8-N en Europa, con un problema de refugiados acuciante. En 2017 hay elecciones en Francia y en Alemania. El terremoto norteamericano sumado al brexit, con el fuerte crecimiento del populismo a ambos lados del Atlántico, confirma la existencia de cambios profundos en la sociedad occidental.
Tensiones y frustración
Los motivos que han llevado al apoyo masivo a Trump, igual que al aumento del populismo en Europa, deben hacer reflexionar a los políticos. La crisis ha llevado a la desesperanza y a la indignación a millones de personas que se han sentido, con razón, olvidados por las clases dirigentes. En el caso norteamericano, la para muchos decepcionante presidencia de Obama ha permitido que se produzca este bandazo tan acusado.
Pero esta victoria de Trump no sólo resuelve esos problemas sino que deja un país fracturado, desmoralizado también. Porque Estados Unidos es mucho más plural y diverso de lo que cabe en el discurso de su próximo presidente. Es posible que aumenten las tensiones raciales, muchos logros sociales se ponen en riesgo y el seguro fracaso de las recetas simplistas generará más frustración. Y claro, Estados Unidos tendrá que seguir esperando para tener una mujer presidente.