Si hace un mes la victoria contra pronóstico de Donald Trump en EE.UU. asombró al mundo, las primeras decisiones del 45º presidente de la primera potencia no han dejado de generar incredulidad y controversia. Ya hay motivos sobrados para pensar que o mucho cambian las cosas o la arbitrariedad y la improvisación constituirán el marchamo de quien sin lugar a dudas -y así lo ha entronado en su portada la revista Time- es el personaje del año.

El multimillonario grotesco que batió a Hillary Clinton y al establihsment dio signos de conciliación en su primer discurso presidencial. Es más, tras entrevistarse con Barack Obama moderó los mensajes más agresivos de su campaña: aseguró que no haría nada para meter a su rival en prisión, matizó su proyecto de construir un muro en la frontera con México y se comprometió a gobernar como "presidente de todos los estadounidenses". 

Nombramientos

El problema es que sus nombramientos han sido tan controvertidos, sus gestos diplomáticos tan aleatorios y sus actuaciones económicas tan caprichosas e inconexas que, a estas alturas, hay pocas dudas de que Trump se guiará en el Despacho Oval más por el instinto de un vendedor ambulante que por el juicio y la visión que se esperan del hombre más poderoso del mundo.

Su ojo clínico para entregar a personajes controvertidos -un supremacista blanco, un marine apodado Perro loco o un amigo multimillonario- resortes principales del Estado no ha dejado indiferente a nadie. También demuestra, por la vía de los hechos, que su promesa de restañar heridas y unir a un país muy dividido fue un espejismo.

Twitter

Su admiración hacia Putin, Farage o el filipino Duterte y su manera de resolver en Twitter sus diferencias con China han puesto en cuestión la coherencia diplomática estadounidense. Y la gestión al menudeo de la economía, pronunciándose sobre empresas concretas en lugar de demostrar que tiene un proyecto de conjunto, tampoco permiten ser optimistas. Sobre todo existiendo -como sucede- un alto riesgo de incompatibilidad entre sus decisiones como presidente y sus intereses como magnate.

Pese a todos estos signos de incertidumbre, ni Wall Street se hundió ni las finanzas del mundo han entrado en barrena, como muchos pronosticaron. Podemos concluir que la impericia y la inexperiencia de Trump perturban menos el orden y la economía global que la confianza de sus ciudadanos.