Son más y están mejor preparadas pero sufren más el paro, cobran menos, tienen más complicado el acceso a puestos ejecutivos en las empresas, son las grandes encargadas de cuidar a los niños y a los ancianos, asumen la mayor parte del trabajo doméstico y viven sojuzgadas por un imaginario machista tan deleznable como constante.
El Día Internacional de la Mujer debe servir de acicate para revisar el estado de la cuestión en materia de igualdad, sin olvidar por supuesto que una veintena de mujeres no podrá celebrar ni ésta ni ninguna conmemoración porque han sido asesinadas a manos de sus parejas en lo que llevamos de año.
Violencia de género
Aunque ya existe el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer -25 de noviembre- la mención a la violencia de género resulta pertinente porque la cifra del horror -además de dinamitar cualquier amago de confianza en la eficacia de las leyes y protocolos vigentes para combatir esta lacra- basta por sí sola para recordarnos hasta qué punto la sociedad tiene un deuda pendiente en materia de igualdad de derechos, empezando por el derecho a la vida.
Es verdad que los avances en España en la lucha contra la discriminación en los últimos dos lustros son reseñables. De hecho, la brecha de ingresos brutos, un baremo mucho más completo que el de la brecha salarial para testar la discriminación de la mujer en el ámbito laboral, ha pasado del 55% a menos del 36% desde 2002. El dato, registrado por Eurostat, es comparativamente mejor que el de la media de la UE, donde ronda el 40%, pero sigue siendo una diferencia de ingresos enorme; la brecha salarial en España es del 15%
Trabajo doméstico
El concepto brecha de ingresos permite comprender mejor todos los ángulos de la desigualdad porque tiene en consideración que las mujeres asumen la mayor parte de los contratos de jornada reducida -por lo que acaban percibiendo menos ingresos y cotizando menos- para trabajar en casa. De esta realidad cotidiana da buena cuenta el reportaje que publicamos sobre una mujer que -como tantos millones de españolas- realiza jornadas de más de 15 horas de trabajo fuera y dentro de casa sin que nadie reconozca la faena que hace en el domicilio familiar.
Reseñar esta realidad es crucial porque la invisibilización de la realidad femenina agrava la discriminación. Dos ámbitos en los que la desigualdad es alarmante además de injusta son el de la música -menos mujeres y peor pagadas- y el del deporte de élite. Sólo una de cada cinco deportistas de alto nivel es mujer, pero una de cada dos medallas ha sido ganada a pulso por ellas. Es decir, las campeonas son más eficaces o productivas y, sin embargo, el deporte femenino sigue considerándose algo así como un subgénero.
La discriminación de la mujer es un atraso y una rémora contra la que debe implicarse toda la sociedad los 365 días del año. Es verdad que España ha avanzado mucho, pero mucho más es lo que aún queda por hacer.