Tal día como hoy de 1977 España estrenaba la democracia con la celebración de las primeras elecciones generales de nuestra historia reciente. La fecha es significativa porque el Congreso y el Senado emanados de aquellos comicios redactaron y aprobaron un año más tarde la Constitución vigente. Arrancaba así lo que ahora se denomina, de manera despectiva por parte de la izquierda radical y el independentismo, el "régimen del 78".
Aprovechando la efeméride, y coincidiendo con la reciente moción de censura presentada por Pablo Iglesias, SocioMétrica ha sondeado la opinión de los españoles sobre los cuarenta años de andadura democrática. El resultado del estudio llama la atención porque sólo el 48% de los encuestados se siente “satisfecho” con el nivel de democracia alcanzado, frente al 44% que asegura no estarlo. También porque el descontento crece progresivamente entre los más jóvenes -de 18 a 30 años, un 49% se confiesa “insatisfecho” frente al 35% que dice lo contrario- y es mucho más acusado entre los votantes de Podemos -un 70% no está conforme- que en el resto.
Frustración ciudadana
El descontento creciente de los jóvenes con la democracia hunde sus raíces en estallido de la crisis de 2008 y se alimenta de la incapacidad de los partidos para regenerar el sistema. De hecho, el estado de la cuestión que refleja el sondeo de SocioMétrica es coherente con el cambio operado en el debate político desde el advenimiento de Podemos y sus confluencias, que han hecho de la frustración ciudadana y las críticas al sistema dos palancas para crecer electoralmente.
Ciudadanos también ha crecido precisamente por abanderar la regeneración del sistema. Sin embargo, mientras el partido de Rivera opta por las reformas, la formación de Iglesias defiende la ruptura, como ha vuelto a quedar de manifiesto en la moción de censura a Rajoy.
Las soluciones son conocidas
El matiz es importante porque las reticencias del presidente del Gobierno a cumplir los compromisos adquiridos en su pacto de investidura y, en definitiva, su negativa a introducir cambios sólo puede servir de trampolín a aquellas opciones que abanderan una enmienda a la totalidad. El diagnóstico está hecho y las soluciones apuntadas y de sobra conocidas. Democratizar los partidos, garantizar la separación de poderes, asegurar la igualdad entre los españoles y atajar la corrupción son, entre otras medidas, el único camino para que las nuevas generaciones confíen en las posibilidades de nuestra democracia.
Resulta significativo que Adolfo Suárez sea el presidente mejor valorado de la democracia con casi un sobresaliente, una calificación muy superior a la que obtienen quienes le sucedieron luego en el cargo. El reconocimiento de este protagonista principal de la Transición es el justo reconocimiento a la generosidad con que gestionó la puesta en marcha de las reformas que hacían falta hace 40 años. Ahora las necesidades son distintas, claro, pero el reto no es menos importante.