Por término medio, dos menores marroquíes llegan a España cada día cruzando el Estrecho de forma irregular. Y es un fenómeno que va a más. No por casualidad, 2017 se cerrará con un nuevo récord, tal y como hoy avanzamos en EL ESPAÑOL.
Esa inmigración es particularmente dolorosa. En primer lugar, por el drama social que supone. Hablamos de personas particularmente vulnerables. Sin embargo, los expertos subrayan que España no ha hecho los deberes para afrontar el reto que esta situación plantea.
Normativa anticuada y falta de centros
No hay centros preparados para atender a los menores que llegan del Magreb y la normativa con la que se aborda su situación tiene más de 30 años, una época en la que no existía el fenómeno migratorio. Además, como las competencias están transferidas a las comunidades autónomas, no existe coordinación ni seguimiento de los chavales. Al contrario, lo habitual es que cada Administración autonómica trate de trasladarle el problema a la vecina, dando lugar a situaciones vergonzosas.
Pero no sólo estamos ante un drama humanitario, sino ante una bomba de relojería que puede estallarle al continente en las manos. De hecho, puede haber comenzado a hacerlo ya. La mayoría de estos jóvenes procede de zonas deprimidas de Marruecos, su edad y falta de formación les convierte en presa fácil de las mafias, y también de la radicalización.
Alarma tras los últimos atentados
La juventud de algunos de los terroristas que han actuado en Barcelona y Cambrils ha hecho saltar las alarmas y obliga a actuar con mayor rigor a la hora de atajar el problema. Hay quien propone la creación de una Agencia Europea de Protección a la Infancia, de la misma forma que se acomete de manera conjunta la vigilancia marítima.
Lo que está claro es que queda mucho por hacer y que el Estado tiene que ponerse manos a la obra y cuanto antes mejor. No hay excusas. Si no lo hace por solidaridad, tendrá que hacerlo por puro egoísmo.