Pablo Iglesias ha anunciado que el próximo 11 de septiembre, con ocasión de la Diada, participará en un acto organizado por el nuevo partido de Ada Colau "en defensa de la soberanía" de Cataluña. Es una gravísima irresponsabilidad, en cualquier circunstancia, que el secretario general de un partido nacional dé oxígeno a los separatistas, pero más aún que lo haga a menos de un mes de la fecha prevista para un referéndum ilegal para la independencia.
Iglesias siempre ha defendido el derecho de autodeterminación de Cataluña camuflado dentro de un peculiar concepto de "soberanías compartidas". Pero al sumarse de forma tan rotunda a la causa soberanista, está negando la soberanía de los españoles para decidir sobre el futuro de su país.
Fuera de la ley
Si Iglesias cree que Cataluña debe de tener derecho a autodeterminarse, puede plantear una reforma de la Constitución, pero lo que es antidemocrático es alentar otro tipo de operaciones para intentar desmontar el orden constitucional por las bravas y al margen de la ley.
Todo apunta a que Iglesias pretende aprovechar la Diada para obtener un beneficio oportunista, particularmente por la confusión en la que vive su propia formación en Cataluña, con partidarios de la independencia y otros que no lo son. Y por eso busca acercarse a Ada Colau en contra del criterio de la federación catalana de Podemos, que le ha dado la espalda.
Soberanía, pero no para Podem
Resulta sorprendente, en ese sentido, el entusiasmo con que Iglesias reclama soberanía para Cataluña y lo cicatero que se muestra con dar siquiera autonomía a sus camaradas de Podem. No cabe mayor incoherencia.
El secretario general de Podemos ha presumido en su entorno de lo que representa su partido en el momento actual: "Somos y queremos seguir siendo la España que gusta en Cataluña". Pero, a la vista de los hechos, esa declaración resulta demasiado pretenciosa por su parte. En todo caso, Podemos será la España que gusta a los separatistas, porque se está convirtiendo en su compañero de viaje.