Tal día como este lunes, 23 de octubre, de hace 40 años, Josep Tarradellas se dirigía a la multitud concentrada en la Plaza Sant Jaume desde el balcón del Palau de la Generalitat con una frase que pasó a ser mítica para el catalanismo democrático: “Ciutadans de Catalunya, ja soc aquí!".
Con esas seis sencillas palabras, el expresidente catalán en el exilio saludaba la recuperación de la Generalitat como institución de autogobierno y como pieza clave para la reconstrucción de la democracia en España, sustanciada al año siguiente con la promulgación de la Constitución de 1978.
¿Qué queda de su legado?
En esta semana decisiva para Cataluña y el conjunto del país, en la que la fractura política e institucional generada por Carles Puigdemont y el bloque secesionista podría culminar el viernes con la suspensión quirúrgica de la autonomía catalana o -lo que sería mucho peor- una declaración unilateral de independencia de consecuencias terribles para la convivencia, resulta obligado rememorar a Tarradellas y examinar qué queda de su legado cuatro décadas después.
Desde sus primeros años de exilio en Saint-Martin-le-Beau, cuando cogió el testigo de Josep Irla, Tarradellas se esforzó por poner a salvo la Generalitat de influencias partidistas o ideológicas concretas que pudieran poner en duda que la institución representaba a la totalidad de los catalanes y no sólo a una parte de ellos.
Colaboración con Suárez
Su olfato y su perseverancia en este cometido fueron cruciales para que, muerto el dictador, Adolfo Suárez advirtiera en el regreso de Tarradellas, a quien encomendó el gobierno preautonómico, una garantía y una palanca para asentar la democracia en toda España.
Tarradellas entendió el catalanismo político desde la colaboración leal con el resto del país, sabedor de que el aventurerismo y la exaltación de las diferencias conducirían irremisiblemente a un perjuicio para todos. De ahí que el 6 de octubre de 1936 se opusiera a la proclamación del Estado catalán de Companys; y que mostrase sus recelos respecto de Jordi Pujol y alertara de que el “nacionalismo sectario, discriminador y carente de responsabilidad” ponía en peligro los vínculos de comprensión y colaboración que unían a Cataluña con el resto de España.
Catalanismo integrador o excluyente
Lamentablemente, cuatro décadas después, el catalanismo integrador, audaz y constructivo que promulgaba Tarradellas ha sido contaminado y suplantado por el disgregador, victimista, insolidario y excluyente de Junts Pel Sí y sus aliados de la CUP.
Puigdemont debe meditar sobre la figura de Tarradellas y alejarse de quienes, desde las posiciones más radicales del soberanismo, le animan a proclamar unilateralmente la independencia y poner en riesgo el futuro de Cataluña y la paz.