El candidato de Mariano Rajoy en Cataluña es Miquel Iceta. Lo principal para todos los partidos constitucionalistas es derrotar al separatismo, pero el presidente del Gobierno, sabedor de que Xavier García Albiol no tiene ninguna posibilidad, prefiere que gane el aspirante socialista antes que Inés Arrimadas porque teme el efecto sobre el escenario político nacional de una eventual victoria de Cs en Cataluña.
Las señales más evidentes de esta simpatía contra natura se han producido los últimos días, en los que Miquel Iceta ha recibido casi más críticas desde sus filas que por parte del PP y del Gobierno, tras proponer una quita de la deuda pública catalana y la creación de una Hacienda diferenciada para que la Generalitat recaude y gestione todos los impuestos.
Un revulsivo para Rivera
El miedo de Rajoy al avance de Arrimadas puede resultar razonable desde un punto de vista electoralista, pues PP y Cs compiten por el voto liberal y de centro derecha y es incontrovertible que el triunfo de su candidata supondría un revulsivo para Albert Rivera. Pero que el tacticismo de Rajoy no deja de ser indicativo de un relativismo político a tener en cuenta.
Hay que tener en cuenta que en las elecciones del 21-D no se dirime sólo la victoria o derrota del bloque constitucionalista frente al separatista, sino también qué respuesta se da en adelante a los nacionalismos periféricos.
No se trata de una cuestión baladí cuando de ello dependerá que el desafío al Estado planteado en Cataluña tenga o no opciones de reproducirse en Baleares y Comunidad Valenciana -dos Comunidades anheladas por el catalanismo y donde Òmnium tiene una presencia muy activa desde hace décadas-, o que pueda animar al separatismo vasco y navarro a echarse al monte.
Dos respuestas opuestas
Inés Arrimadas y Miquel Iceta representan dos respuestas opuestas. Mientras Cs trata de focalizar la campaña en la prevalencia de la idea de España como nación indivisible y se opone frontalmente a hacer más concesiones, el PSC apuesta por una política conciliatoria no exenta de entreguismo.
No se puede poner en duda el compromiso constitucionalista de Iceta. Es más, ambas posiciones son legítimas partiendo de dos proyectos políticos distintos. Lo extraño es que, por temor a sus competidores en las urnas, Rajoy prefiera la victoria de sus rivales ideológicos en Cataluña.