Un total de 5.554.394 catalanes juzgarán hoy en las urnas el procés independentista y la aplicación exprés del 155 decretada por Rajoy hace dos meses, con el que ha querido resolver el mayor desafío contra la unidad de España que hemos vivido en el actual periodo democrático. Por ello resulta incomprensible que unas elecciones de esta trascendencia se diriman en medio de un clima tan enrarecido y excepcional como el que hoy se vive en Cataluña.
La propia jornada de reflexión ha estado marcada por algunas muestras de odio que por sí solas ilustran hasta qué punto se ha deteriorado la convivencia, como el acoso y los insultos a Inés Arrimadas, a la que un independentista llamó “cerda” y “fascista” cuando paseaba con su marido, o el tuit del candidato de ERC Antoni Castellà en el que comparaba a los comunes con los judíos que votaron a los nazis.
El voto del miedo al rival
Los dos bloques enfrentados han explotado hasta el último minuto el miedo a la victoria del rival para movilizar a sus votantes. Las previsiones de participación superan el 80%, el número de apoderados se ha disparado y el Gobierno ha decidido publicar los resultados detallados mesa por mesa para evitar suspicacias.
Es más, hay tantos recelos que estas serán las primeras elecciones autonómicas en las que ha sido imposible hacer la tradicional foto de todos los candidatos en la víspera de las votaciones: en parte porque uno está en la cárcel y otro huido en Bruselas, pero también porque casi no se pueden ni ver. Por ello, hoy tenemos que juntarlos uniendo ilustraciones.
¿Fiesta de la democracia?
Con estos mimbres resulta pertinente preguntarse si alguien se atreverá a emplear la metáfora “fiesta de la democracia” a la hora de referirse al 21-D. También si fue prudente el Gobierno cuando decidió utilizar el artículo 155 de la Constitución para convocar de urgencia los comicios, limitando así su alcance y desvirtuando su razón de ser.
El resultado es que hemos asistido a una campaña desquiciada, con unos candidatos prófugos de la Justicia y otros en la cárcel, que no parece haber servido -según todos los sondeos- para deshacer el empate entre los dos grandes bloques socioelectorales que coexisten en Cataluña. Este dato basta para concluir que, sea cual sea el resultado, estas elecciones son profundamente anómalas y extemporáneas.
Así las cosas, más les vale a los constitucionalistas ir a votar y hacerlo con tino, no sólo para ganar sino para lograr una mayoría suficiente en el Parlament. Si ocurriera al revés, el Estado quedará en una situación muy comprometida.