El esperado discurso de Nochebuena de Felipe VI tampoco ha defraudado. Si el pasado 3 de octubre, ante la posición vacilante del Gobierno, el Rey se puso al frente del Estado contra el desafío separatista, marcando el rumbo constitucional y devolviendo a los españoles la confianza en sus instituciones, este 24 de diciembre ha insistido en la misma dirección.
Bien puede afirmarse que estamos ante un nuevo discurso histórico del Rey, por el momento en el que llega -sólo tres días después de que el independentismo haya revalidado la mayoría en el Parlamento catalán- y por la firmeza y el compromiso de sus palabras.
El mensaje del Rey es claro: los separatistas no pueden usar el 21-D como argumento para volver a las andadas, porque en democracia "cualquier ciudadano puede pensar, defender y contrastar sus opiniones y sus ideas", pero nunca "imponer las ideas propias frente a los derechos de los demás".
Respuesta a Puigdemont
Felipe VI responde así a las palabras de un envalentonado Puigdemont que tras conocer los resultados electorales manifestó: "La república catalana ha ganado a la monarquía del 155. El Estado español ha sido derrotado". El Rey ha dejado claro que ni lo uno ni lo otro, y da un paso al frente para marcarle al próximo gobierno catalán las pautas que necesariamente habrá de seguir.
El Monarca avisa a las futuras autoridades separatistas que es el momento de "afrontar los problemas que afectan a todos los catalanes", y de hacerlo "respetando la pluralidad". Que su gestión "no puede llevar de nuevo al enfrentamiento o a la exclusión", ya que eso supondría otra vez "incertidumbre, desánimo y empobrecimiento moral, cívico y económico de toda una sociedad".
Felipe VI aclara a los independentistas que la sociedad catalana es "diversa y plural", y así ha quedado demostrado con el triunfo de Ciudadanos, el primero de un partido no nacionalista en las elecciones autonómicas catalanas. También les exhorta a actuar de modo que las ideas "no distancien ni separen a las familias y a los amigos". Y les recuerda que muchos españoles han salido a defender a la calle "principios y valores" que están "profundamente arraigados en nuestra sociedad", de hecho lo están "mucho más de lo que nos podíamos imaginar".
Llamamiento a los partidos
Advierte el Rey que estos últimos años "no todo han sido aciertos" y "persisten situaciones difíciles y complejas que hay que corregir", lo que puede interpretarse como un llamamiento a los principales partidos constitucionales para que se pongan manos a la obra.
Es elocuente que el Monarca no mencione ni la palabra "tribunales" ni la palabra "diálogo", lo que demuestra prudencia y buen tino. Si hubiera empleado la primera, sus detractores podrían alegar que trata de condicionar la labor de jueces y fiscales. La omisión de la segunda demuestra que tiene claro que quienes la usan sólo pretenden imponer a los españoles un trágala en contra de la ley.
El mensaje navideño ha sido muy completo, pues aunque se centra en la crisis catalana no ha olvidado algunos de los problemas más acuciantes, como el empleo, el terrorismo yihadista, la corrupción, la situación de Europa -en una "encrucijada histórica", recuerda-, el cambio climático y la violencia de género, "que nos hiere en nuestros sentimientos más profundos y nos avergüenza e indigna". Afirmación más que oportuna tras el incremento de las víctimas de esta lacra.
El Rey, en su sitio
La firmeza y claridad del Rey son muy importantes porque en los próximos meses los separatistas y sus aliados van a presionar para forzar al Gobierno a que acepte una negociación política al margen del Estado de Derecho. Y van a hacerlo con un Gobierno en minoría, desacreditado y más débil aún tras el resultado del PP en Cataluña.
En ese intento por subvertir la ley, el nacionalismo va a intentar unir a líderes internacionales y a partidos como Podemos, que por su condición antisistema pero también para hacerse perdonar su desastre electoral en Cataluña, están dispuestos a seguir esa estrategia, como ya avanzamos hoy en EL ESPAÑOL.
Por eso es vital que el Rey se mantenga en su sitio y ponga límites al éxito del separatismo. Si Felipe VI ya tomó la iniciativa 48 horas después del 1-O para pinchar las expectativas de unos independentistas crecidos ante un Gobierno atenazado por las críticas a la labor policial, 72 horas más tarde de las elecciones catalanas vuelve a erigirse en faro de esa España constitucional que defiende la mayoría de ciudadanos de este país.