El caos provocado por la nevada en la AP-6, que atrapó el fin de semana a más de 3.000 vehículos entre Segovia y Madrid durante 18 horas no tiene un único causante, lo cual no exime a cada uno de asumir su responsabilidad.
Aunque pudo existir imprudencia por parte de muchos conductores, que se echaron a la carretera sin cadenas y desoyendo las advertencias de las autoridades ante el riesgo de fuerte nevada, es inaudito que el director de la DGT haya hecho recaer sobre los ciudadanos buena parte de la culpa de lo ocurrido.
Si miles de vehículos particulares pudieron acceder a una autopista que acabó absolutamente bloqueada fue porque se les dejó el paso libre, incluso cuando ya era evidente que resultaba impracticable. Estos automovilistas y sus familias estuvieron durante horas abandonados a su suerte.
Iberpistas, desbordada
Más, mucha más responsabilidad cabe atribuir a la concesionaria, Iberpistas, que se vio absolutamente desbordada por los acontecimientos. Ni dispuso a su debido tiempo de los elementos que garantizasen la circulación, como máquinas quitanieves, ni alertó a los conductores de la ratonera en la que se estaban metiendo, ni informó a tiempo a la DGT de la gravedad de la situación.
Ahora bien, cuando se produce un incidente de esta magnitud, hay que esperar de las autoridades unos reflejos y una capacidad de reacción que aquí se han echado a faltar. La DGT, que debería haber llevado la iniciativa, se vio superada por la situación. Su director, Gregorio Serrano, ha asegurado que estuvo en todo momento al tanto, pero desde Sevilla, cuando lo oportuno es que se hubiera desplazado al lugar de los hechos, aunque solo fuera para constatar con sus propios ojos la gravedad del caso.
El discurso cambiado
Pretender, como ha hecho el Gobierno, descargar toda la responsabilidad en la concesionaria o en los conductores no sólo es injusto, sino que contradice el discurso que hacía el PP cuando estaba en la oposición. Rajoy pidió en su día la dimisión de Magdalena Álvarez, ministra de Fomento, por el cierre de Barajas como consecuencia de un temporal, y también criticó a Zapatero por la creación de la UME, la unidad que, a la postre, sacó a los automovilistas del atolladero.
Serrano debería haberse mostrado más resolutivo, aunque sólo fuera para desmentir a quienes advirtieron como principal mérito para su nombramiento su amistad con el ministro Zoido. Salvando las distancias, si a Álvarez-Cascos se le afeó en su día que se fuera de cacería en plena crisis del Prestige, ¿no se percataron el director de la DGT ni su ministro de que su sitio estaba este fin de semana en la AP-6?