El municipio vizcaíno de Ondarroa homenajea este sábado a Ekai, el joven transexual de 16 años que el jueves pasado puso fin a su sufrimiento y su frustración del modo más abrupto, trágico y desesperado. Ekai nació con órganos sexuales femeninos y decidió iniciar un tratamiento con hormonas que no terminaba de llegar debido a los protocolos médicos establecidos.
Nunca hay una sóla causa en un suicidio, un fenómeno tabú sobre el que suele extenderse un manto de silencio. Pero en el caso de Ekai, un muchacho querido por su comunidad y que siempre contó con todo el apoyo de su familia, parece que la ansiedad y la angustia asociadas a los procesos y tratamientos de reasignación de género pudieron ser determinantes.
"Una derrota de la sociedad"
Aunque la transexualidad es un fenómeno extraordinario, que afecta a un porcentaje ínfimo de la población, ningún país avanzado puede dar la espalda a esta realidad. Tampoco debe consentir que su debate surja o azuzado por campañas políticas más o menos estridentes, o bajo la conmoción de terribles tragedias. En este sentido, la asociación Chrysallis, a la que pertenecía Ekai -y con la que participó en campañas de visibilidad dando la cara en televisión-, acierta al afirmar que su muerte es “una derrota de la sociedad”.
En España, los protocolos de asistencia sanitaria a menores transexuales varían según Comunidades, pero en todos los casos los procesos de hormonación y reasignación de género requieren tratamientos psicológicos y psiquiátricos encaminados a certificar que existe disforia de género. Es decir, malestar asociado a la diferencia entre el género experimentado o expresado por la persona y su sexo biológico.
Más depresión y suicidios
La espera suele coincidir con las transformaciones físicas ligadas a la pubertad, que multiplican el padecimiento de los menores transexuales y sus familias. Hay estudios que aseguran que la incidencia de depresión, ansiedad e ideaciones suicidas entre transexuales duplica y triplica la media.
Los colectivos LGTBI llevan años advirtiendo de que hay que “despatologizar la transexualidad”, que hasta no hace tantos años se incluía en los manuales de diagnóstico de enfermedades mentales, y que las administraciones deben facilitar y agilizar los cambios de nombre en el DNI y en los registros oficiales de los transexuales que los soliciten. No estamos ante un tema baladí, que pueda tomarse a la ligera. Y de ningún modo es admisible que los menores transexuales se vean abocados a padecer mientras la sociedad se decide a afrontar y resolver este debate.