El pleno de investidura con el que JpC y ERC querían plantar cara a la citación de los protagonistas del procés este viernes en el Supremo sólo ha servido para retratar la debilidad de la mayoría separatista. También para jubilar a Puigdemont como tutor de la nonata república y para dar por amortizado su plan C, la candidatura de Jordi Turull, que este viernes podría ser encarcelado por Llarena como simple diputado raso.
Los partidos independentistas hegemónicos habían previsto un escenario idóneo para darle al procés otra mano de pintura victimista: investir de urgencia a Turull para poner al Supremo en la encrucijada de actuar contra el recién designado president y colocar además al Rey en la tesitura de sancionar o no la votación del Parlament de Cataluña.
La CUP marca los ritmos
El problema es que se olvidaron de que, con el actual reparto de fuerzas, y con Puigdemont y Comín huidos, son los cuatro diputados de la CUP quienes marcan el ritmo de sus delirios. Los antisistema, que desconfían del compromiso republicano de Turull, decidieron abstenerse y dejar al aspirante en la cuneta tras leer el discurso más cursi, vacío y poco estimulante de los pronunciados en el Parlament desde que el secesionismo inició su pulso al Estado.
Turull lo hizo tan mal que probablemente habrá conseguido la paradoja de convencer a la CUP de que hizo bien en vetarle -Iceta calificó su discurso de "autonomista"-, y a Llarena de que es un peligro mantenerlo en libertad -reivindicó el 1-O y dijo que no agacharán "la cabeza"-.
Última palada a Puigdemont
Con su abstención, la CUP da la última palada a Puigdemont, un president en el exilio que ve como sus planes fracasan uno tras otro y que está obligado (junto a Comín) a renunciar al acta para dejar de ser rehén de los antisistema. Destacó en su intervención la contundencia de Inés Arrimadas y resultó llamativa la mano tendida del PSC al bloque secesionista.
El pleno de investidura de Turull deja patente que el secesionismo ni es capaz de presentar candidatos elegibles ni tampoco de hacer valer su mayoría. A partir de ahora, se pone en marcha la cuenta atrás para una nueva convocatoria de elecciones en Cataluña. Y arranca con el Parlament aturullado, aturdido, con los golpistas ya procesados y con las renuncias -anunciadas nada más concluir la sesión- de las diputadas de ERC Marta Rovira, Carme Forcadell y Dolors Bassa, que tratan así de evitar su ingreso en prisión. No hay ningún viso de que el separatismo sea capaz de ponerse de acuerdo para sacar la legislatura adelante.