El barómetro del CIS del mes de marzo refleja, en consonancia con resultados de sondeos anteriores, que los políticos son el tercer problema más grave del país, detrás del paro e inmediatamente después de la corrupción, que también les afecta muy directamente a ellos. Cuando se realizó esta última encuesta aún no había estallado el caso del máster de Cifuentes.
Sería cómica, si no fuera porque resulta ofensiva, la estampa a que ha dado paso el escándalo de la presidenta madrileña: decenas de políticos corriendo a toda prisa para corregir sus currículums, porque los que presentaron en su día ante la opinión pública no se correspondían con la realidad.
En todos los partidos
El fenómeno no conoce de fronteras autonómicas ni de colores políticos: se da en toda España y en todas las formaciones. Para hacerse una idea de la gravedad del asunto bastaría recordar que en la empresa privada una mentira en el currículum se considera una falta gravísima y equivale al descarte automático de quien lo protagoniza.
El efecto dominó que ha tenido el caso del máster de Cifuentes causa vergüenza ajena y dibuja una España de Rinconete y Cortadillo. La manipulación de información ya se ha cobrado su primera víctima: el diputado autonómico y secretario de Organización de Podemos en Galicia, Juan Merlo, que presumía de un título de ingeniero del que carece.
Mayor desconfianza
La falta de ejemplaridad que aflora con el escándalo de los currículums supone una nueva carga de profundidad para la reputación de nuestros representantes. Si han mentido en sus expedientes académicos, ¿podemos creer, por ejemplo, en su exposición de declaración de bienes? Lo ocurrido no hace más que aumentar la desconfianza hacia los políticos y, por ende, hacia el sistema, y ni unos ni otro andan precisamente sobrados de credibilidad.