El socialista Pedro Sánchez se ha convertido en el séptimo presidente del Gobierno de la España reciente y el primero que alcanza el poder mediante una moción de censura. Es también el primer jefe del Ejecutivo que no es diputado. Pero lo excepcional del caso no le resta ninguna legitimidad al nuevo inquilino de la Moncloa. Que haya entrado por la ‘puerta de atrás’ de la moción no debe entenderse como antidemocrático toda vez que la ‘puerta de atrás’ también forma parte de nuestro ordenamiento constitucional.
Hay que reconocer al nuevo presidente una capacidad de lucha nada habitual entre sus compañeros tanto de partido como de profesión. Que iba a llegar este momento es lo último que debió pensar el 1 de octubre de 2016 cuando un golpe de Estado en Ferraz le descabalgó de la secretaria general del PSOE, a la que había accedido tras derrotar a Eduardo Madina en las primarias; o el 29 de ese mismo mes cuando renunció a su acta de diputado nacional por no estar de acuerdo con la abstención que defendía su partido para investir a Mariano Rajoy.
Ambición legítima
Sánchez siempre se ha levantado de los golpes recibidos. Primero, volvió a conquistar la secretaría general del PSOE tras derrotar por goleada en otras primarias a la oficialista Susana Díaz. La presidenta andaluza competía arropada por todos, absolutamente todos, los nombres propios del socialismo español y por los medios de comunicación que tradicionalmente han ejercido su influencia en el seno de los socialistas, pero no le sirvió de nada. Y ahora, para cerrar definitivamente el círculo de su regreso, Pedro Sánchez vuelve otra vez al palacio de la Carrera de San Jerónimo, nada menos que como presidente del Gobierno.
Hasta aquí, el relato de una ambición que ha llevado a Sánchez a la Moncloa. Ambición, no nos engañemos, legítima y común entre todos aquellos que se dedican al ejercicio de la política. Pero esto no ha hecho nada más que empezar y su llegada sólo es el principio de un camino que, posiblemente, ni él mismo tenga claro. Los españoles quieren saber si la ambición política de Sánchez tiene o tendrá un precio excesivo.
Elecciones más pronto que tarde
Las dudas que rodean las presumibles líneas de su Gobierno son muchas y preocupantes. El hecho de llegar al poder aupado por los ‘populistas’ de Podemos, por los independentistas catalanes y los nacionalistas vascos hace temblar, y con razón, a los constitucionalistas. Estos se preguntan qué peaje ha pagado el nuevo presidente y qué efecto tendrá Sánchez en cuestiones como Puigdemont, la situación de los presos catalanes, la negociación sobre un referéndum para la autodeterminación de Cataluña, el acercamiento de los etarras encarcelados al País Vasco… Cuestiones todas ellas que preocupan a importantes sectores de la sociedad española.
84 diputados propios y 22 partidos aliados no son una garantía de estabilidad, más bien todo lo contrario. Y la oposición, Partido Popular y Ciudadanos especialmente, no darán tregua a este ejecutivo. Podemos, es seguro que tampoco; mientras los diputados catalanes y vascos esperarán que Sánchez cumpla lo prometido, sea lo que fuere. Un panorama complicado para el nuevo Gobierno que, sin embargo, se ha ganado el beneficio de la duda y se merece la oportunidad de intentarlo.
Seguimos pensando, eso sí, que tras esta moción de censura lo mejor de todo sería devolver la voz a los ciudadanos con la convocatoria de elecciones generales más pronto que tarde.