La llegada al puerto de Valencia de los 629 migrantes rescatados frente a las costas de Sicilia, y cuya entrada al país fue rechazada por las autoridades italianas y maltesas, resuelve, por lo pronto, el drama humano de estas personas. Sin embargo, lejos de suponer el final del problema migratotio, este episodio viene a recordar a Europa precisamente lo lejos que aún está de resolverlo.
El mismo fin de semana que el Aquarius atracaba en Valencia, Salvamento Marítimo rescataba a más de un millar de personas que trataban de alcanzar con pateras territorio español, la mayoría en aguas andaluzas. Todo indica que la mejora de las condiciones meteorológicas y la relajación de los controles de la Policía marroquí han provocado esta avalancha.
Se crea un precedente
Como indica hoy José Manuel Villegas, secretario general de Cs, en su entrevista con EL ESPAÑOL, Pedro Sánchez hizo bien al dar un paso al frente para solucionar una situación acuciante, pero al hacerlo, también creó un precedente peligroso, al permitir a Italia y a Malta saltarse la norma de que el país más cercano al lugar del salvamento debe hacerse cargo de los rescatados.
Queda por ver, además, si las otras medidas anunciadas en pocas horas a bombo y platillo por el Gobierno de Sánchez, ofreciendo sanidad universal y la retirada de las concertinas en las vallas fronterizas, actúan como efecto llamada, incrementando así la presión migratoria.
No basta "buen corazón"
Ojalá fuera tan fácil como que el "buen corazón" de Sánchez, del que hablaron las autoridades italianas con cierta sorna para cantar "victoria", resolviera un problema que se le atraganta a la UE y que ha dado alas al populismo en todo el continente. Sin embargo, para nuestra desazón, el final feliz del Aquarius sólo es una gota en un océano cuyas olas van a seguir poniendo a prueba la capacidad de respuesta de Europa y azotando la conciencia de sus ciudadanos.