El desenlace del congreso del PP del pasado fin de semana cierra una crisis en esta formación que se abrió en mayo, cuando Pedro Sánchez presentó la moción de censura a Rajoy. Lo cierto es que el panorama de la política española ha dado un cambio radical en sólo dos meses.
La desaparición de Rajoy -y del rajoyismo, que era la opción que encarnaba Sáenz de Santamaría- confirma la salida de escena del último líder de la Transición. Mayor relevo generacional parece difícil: el presidente del Gobierno tiene 46 años, y ninguno de sus rivales ha cumplido aún los 40. Pedro Sánchez tenía tres años cuando murió Franco, Pablo Iglesias tenía dos mes cuando se aprobó la Constitución, y Pablo Casado y Albert Rivera ni siquiera habían nacido.
Cambios en la derecha
Si el protagonismo que ha adquirido el PSOE desde que Sánchez accedió a la Moncloa ha recortado algo las expectativas de Ciudadanos y de forma notable las de Podemos, está por ver qué consecuencias tiene ahora la irrupción de Casado. Aunque el diputado palentino puede medirse a Rivera sin la pesada mochila de Rajoy, su discurso netamente conservador supone una amenaza mayor para una formación como Vox y puede dejar expedito a Cs el espacio de centro.
Ahora bien, el cambio más evidente que comporta la llegada de Casado es que desaparece ese estigma que había hecho de Rajoy un líder con el que nadie quería asociarse, al haber quedado abrasado por su cercanía a la corrupción. Si Cs no entró a colaborar en el último Gobierno del PP fue, seguramente, porque lo presidía Rajoy.
El juego de los pactos
Es muy probable que, ya este otoño, las elecciones andaluzas sean la primera piedra de toque para comprobar cómo están las fuerzas de unos y otros, y en qué se traduce el mayor margen de combinación entre los cuatro principales partidos.
En un país en el que las mayorías absolutas hay que darlas ahora por descartadas, van a ser cruciales los pactos. Y aquí, aun siendo cierto que Ciudadanos ha visto cómo se estrechan sus márgenes y se desvanece su pujanza en las encuestas, puede confirmarse como imprescindible si es capaz de mantener la centralidad.