Pablo Casado ha sido increpado este domingo en su visita a Vitoria por una turba de simpatizantes abertzales. En el día grande de las fiestas de la capital alavesa y entre gritos a favor de los presos de ETA.
El escrache a Casado se ha producido la misma jornada del recibimiento al sangriento terrorista Santi Potros tras su salida de prisión. Un recibimiento entre unas pancartas que no sólo han dado la bienvenida al etarra en Lasarte, sino que han atacado directamente al Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite). Todo ello sin que el Ejecutivo haya movido ficha y con las declaraciones de la secretaria de la UE del PSOE, Iratxe García, para quien Casado utiliza "el dolor de las víctimas".
Las víctimas
El presidente del PP -que también fue increpado en los pasados sanfermines- ha tenido que soportar insultos de los independentistas cuando se disponía a hablar a los medios en las inmediaciones del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. No obstante, Casado ha sido claro al comprometerse en que "los homenajes sean a las víctimas y no a los etarras".
A pesar de las presiones, hay que reconocerle al presidente del Partido Popular su valentía en combatir frontalmente cualquier tipo de exaltación a los terroristas. La pitada a Casado en Vitoria de este martes -y la de antes en Pamplona y antes en Alsasua- refleja el insulto del mundo radical a la Constitución. Y en una ciudad en la que el el PNV, aupado entre otros por Podemos y Bildu, arrebató la alcaldía a Javier Maroto (PP).
Espacios públicos
Mientras Sánchez dialoga con los independentistas, las pancartas homenajean a asesinos o humillan directamente a la víctimas. De forma paralela, la Generalitat ha amenazado con multar con hasta 600.000 euros a quienes retiren los lazos amarillos en una curiosa interpretación de la libertad de expresión.
Para recuperar la convivencia y el diálogo, el Gobierno debe empezar primero por recuperar los espacios públicos, ocupados por los símbolos de unos independentistas que -por dejación del Ejecutivo- se han apropiado de las calles y del relato. Han llevado a su argumentario que el constitucionalismo es "fascista" y "terrorista". De hecho, en plena escalada del conflicto civil en Cataluña, Torra ya ha apelado a sus vínculos familiares con los CDR: a ellos y a la CUP les pide confianza porque no "son parte del problema, sino de la solución".