El anuncio de Josep Borrell de "una especie de Erasmus euroafricano" como fórmula para paliar la crisis migratoria pone de manifiesto la improvisación y los palos de ciego con los que el Gobierno trata de dar respuesta a un asunto tan grave.
En puridad, la ocurrencia del ministro de Exteriores consiste en que por cada inmigrante ilegal que se repatrie, Europa reciba -y forme- durante tres años a un migrante legal. Según Borrell, eso serviría "para reforzar la economía doméstica" de los países de origen.
Gesto buenista
El planteamiento de las becas para subsaharianos se produce apenas 48 horas antes de la llegada al puerto de Algeciras del barco Open Arms con 87 rescatados a bordo. Otro Aquarius y otro gesto buenista del Gobierno que puede contribuir de nuevo al efecto llamada.
La medida de Borrell es un brindis al sol. No parece que lo primordial en África sea dar una educación superior en Europa a quienes huyen básicamente del hambre y en avalancha, ni que esto vaya a compensar remotamente la devolución de los inmigrantes sin papeles.
Plan Marshall
Más bien la solución hay que buscarla en la línea del "plan Marshall" para África propuesto por Pablo Casado la semana pasada. Porque es actuando y cooperando en origen como se crean las condiciones para que, quienes ahora no encuentran otra salida que arriesgarlo todo en busca de una vida mejor, vean que hay futuro en sus países.
El problema del Ejecutivo de Sánchez es que igual proclama la retirada de las concertinas que anuncia la creación de un "Mando Único Operativo" para centralizar "el control migratorio"; un día se compromete a reforzar la fronteras con Marruecos y al siguiente plantea "Erasmus euroafricanos". Estos bandazos no sólo no solucionan el drama sino que desorientan a nuestros socios. La política en inmigración es demasiado seria como para someterla a tanta zozobra.