El Congreso asistió este martes a una jornada que pasará a la historia del parlamentarismo. Pocas veces un ex presidente del Gobierno comparece ante una comisión de investigación por financiación ilegal, y José Maria Aznar no defraudó en su retorno a las Cortes 14 años después.
Se le había preparado una encerrona al ex presidente que iba mucho más allá de la caja B del PP. La izquierda radical y los nacionalistas buscaban un juicio general al partido conservador, seguramente con la intención de revitalizar la idea del cordón sanitario. Por ello, entre las minas previstas contra Aznar se incluía hasta su decisión de apoyar la Guerra de Irak.
Cuerpo a cuerpo
Pero a Pablo Iglesias y a Gabriel Rufián el tiro les salió por la culata. Aznar negó cualquier responsabilidad sobre la financiación irregular y defendió la honorabilidad de su Gobierno y de su partido. Entró en el cuerpo a cuerpo desde el primer minuto, unas veces con una brutal contundencia y otras echando mano de ironía.
No hubo ataque o acusación que Aznar no respondiera, es más, no se cansó de repartir mandobles, como cuando reprochó a Iglesias que haya recibido "millones" de regímenes como el iraní o el venezolano. Al líder de Podemos y a Rufián les acusó de trabajar para dilapidar los consensos de la Transición y de intentar romper España.
"Orgulloso" del PP
En círculos del PP, la exitosa intervención de Aznar en el Congreso fue acogida con entusiasmo. Acostumbrados al discurso a la defensiva de Rajoy, sus palabras desacomplejadas, poniendo en su lugar a sus contrincantes ideológicos, ha revalorizado su figura y su legado.
Tanto la decisión de Pablo Casado de acudir al Congreso a recibir a Aznar, como el hecho de que el ex presidente del Gobierno se declarase "orgulloso" de pertenecer al PP -algo que sería impensable hace unos meses- son síntomas de que el partido se reconcilia con lo mejor de su pasado. Bien puede decirse que Aznar ha recuperado su sitio.