Las cintas de José Manuel Villarejo que hace unas semanas pusieron en un aprieto a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, ponen ahora contra las cuerdas a María Dolores de Cospedal. Este lunes supimos que el excomisario alertó a su marido, Ignacio López del Hierro, de las pesquisas sobre tres casos de corrupción abiertos en Valencia, Murcia y Alicante. Una información de la que los populares pudieron beneficiarse para destruir pruebas.
A pesar de que la propia Cospedal haya argumentado que las conversaciones entre su cónyuge y Villarejo "no cambiaron nada" el desarrollo de las posteriores investigaciones judiciales, es evidente que estamos ante una nueva bomba de relojería para el PP que hereda Pablo Casado.
Como Dolores Delgado
Por lo pronto, inhabilita moralmente a los populares para insistir en la dimisión de la actual ministra de Justicia, Dolores Delgado, a la que se le vienen pidiendo responsabilidades por otras grabaciones del excomisario. A menos de que sean consecuentes y, llegado el caso, fuercen a Cospedal a abandonar su escaño.
Las informaciones que pudo suministrar el expolicía a Cospedal le otorgaban una impagable posición de fuerza, un poder que aprovechó debidamente ante el presidente del partido, Rajoy, con quien tenía hilo directo y fluido.
Sin escrúpulos
Así como, andando el tiempo, Soraya Sáenz de Santamaría tuvo al director del CNI, Sanz Roldán, como informante de las cloacas por la vía institucional, Cospedal hacía tiempo que había encontrado en Villarejo a su confidente y su propio CNI.
El triángulo clandestino entre Dolores de Cospedal, su marido y el excomisario nos muestra a una política ambiciosa, sin escrúpulos, que jugó con fuego y que puede acabar como una víctima más de Villarejo por sus desmedidas ansias de poder.