El acuerdo para la composición de la Mesa del Parlamento andaluz que se sustancia este jueves in extremis viene a demostrar el error de quienes la misma noche electoral del 2 de diciembre se apresuraron a dar por supuesto un entendimiento fácil entre PP, Ciudadanos y Vox. Pero también desmiente a los alarmistas que han denunciado imaginarias componendas para bloquear el cambio que reclamaron los andaluces en las urnas.
La lógica se está abriendo paso: Cs presidirá el Parlamento y el PP la Junta. Pero a la meta va a tener que llegarse recorriendo un camino con muchas curvas y vericuetos. La autoexclusión del PSOE y la premisa de Cs de no negociar con Vox en pos de alumbrar un proyecto centrado para Andalucía han complicado las cosas desde el principio.
Reparto proporcional
El primer obstáculo es resolver la composición de la Mesa. Como acertadamente ha expuesto en estas páginas Víctor Gómez Frías, la Mesa del Parlamento es un órgano "esencialmente técnico" y "debe reflejar fielmente la representación en la cámara". Y en esa dirección se trabajó.
Después de días de negociación, se había acordado que los siete puestos de la Mesa se repartirían así: Cs uno (el presidente), el PP dos, el PSOE también dos, Vox uno y Adelante Andalucía (Podemos) otro. Era un reparto proporcional, justo, y que respetaba la voluntad de cambio que expresaron las urnas, ya que el bloque de centro y derecha sumaban cuatro asientos por tres de la izquierda.
La puerta de Vox
Ahora bien, al mismo tiempo era un pacto del disimulo, en el que todos ganaban algo y, a la vez, disponían de alguna coartada para tapar los flecos de los que se avergonzaban. El ejemplo más claro era el de Cs, que obtenía la presidencia del Parlamento y permitía la presencia de Vox en la Mesa sin necesidad de votar a su candidato, e incluso sin haberse reunido ni pactado tampoco con la formación de Santiago Abascal.
Sin embargo, la decisión de Antonio Maíllo, coordinador general de IU en Andalucía, de oponerse en el último momento a llegar a acuerdo alguno, frustra la foto plural que buscaba Cs y hace saltar por los aires el pacto del disimulo. El partido de Albert Rivera, que se había resistido hasta ahora a negociar con Vox, no ha tenido más remedio que llamar a su puerta para pedir, junto al PP, sus votos. Tan cierto como que esto sólo acaba de empezar y es más que previsible que ese pacto no prefigure necesariamente otros.