Podemos vive una fase de descomposición que se ha acelerado en los últimos diez días con la fuga de Íñigo Errejón y la posterior dimisión de Ramón Espinar. Cómo será de rápido ese deterioro que Pablo Iglesias se ha visto en la necesidad de corregirse a sí mismo y adelantar al miércoles una reunión extraordinaria para abordar la crisis, que había convocado en principio para el sábado.

Pero los males de Podemos vienen de lejos y se agudizaron a partir de mayo de 2018 con dos decisiones. Ese mes, el líder del partido y su pareja y portavoz parlamentaria, Irene Montero, se compraron el ya famoso chalé de Galapagar, hecho que levantó una gran polvareda. Y ese mes, también, se presentó la moción de censura a Rajoy que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa.

Menguando

Desde entonces, la formación de izquierda radical, que había llegado a colocarse en algunas encuestas por delante del PSOE en intención de voto, empezó a menguar a la par que crecían los socialistas. Y se agravaron los problemas en varias federaciones. Los resultados de las elecciones andaluzas hicieron saltar definitivamente las alarmas: 200.000 votos menos de los que obtuvieron en la región en las generales de 2016.

El último episodio que ha venido a erosionar a Podemos llega del otro lado del Atlántico. Con la sociedad española muy sensibilizada con el drama que viven los venezolanos, Iglesias se ha quedado sólo en la defensa del régimen chavista. Sánchez le recordaba este domingo que la izquierda "nada tiene que ver con Maduro, es todo lo opuesto", arriconándole así aún más en el extremo.

¿Socialdemocracia?

Hasta Izquierda Unida, la última agarradera que se le suponía a Iglesias, ha dejado en suspenso las negociaciones dirigidas a confeccionar las candidaturas conjuntas. Es la forma de presionarle para que negocie con Errejón. Y eso que el proyecto del ex número dos pasa por abandonar el comunismo y abrazar la socialdemocracia, como acaba de confirmar con su borrado de tuits de apoyo a Nicolás Maduro.

La posición de Pablo Iglesias es muy delicada. Con el partido absolutamente dividido, electoralmente a la baja y comicios en cuatro meses, el líder de Podemos puede haber empezado a escuchar aquel reloj con el que vaticinó erróneamente en 2015 una inminente cuenta atrás del reinado de Rajoy. ¿Recuerdan?: "tic-tac, tic-tac, tic-tac".