Este miércoles Mariano Rajoy ha comparecido en el Tribunal Supremo como testigo en el juicio al procés separatista. Más allá de la expectación generada por el interrogatorio, lo fundamental ha sido el modo en el que el ex presidente del Gobierno ha ajustado cuentas con Pedro Sánchez.
"Yo no estaba dispuesto a que, a cambio de cosas, la Generalitat se saltara la ley" y "nunca hubo mediador de nada", dijo Rajoy en lo que era un evidente reproche a las concesiones del Gobierno de Sánchez al separatismo en Cataluña.
Operación diálogo
Pero más allá de su discurso reivindicativo y de justificar la actuación de su Gabinete durante el golpe separatista, la declaración de Rajoy deja una lectura más importante: la operación diálogo existió, y el entonces jefe del Ejecutivo contemporizó con los nacionalistas.
Lo que Rajoy ha defendido ante el Supremo como "prudencia" en la aplicación del artículo 155 no es más que su proverbial actitud de mirar para otro lado cuando llegan los problemas, y evitar tomar decisiones a la espera de que el tiempo los arregle.
Un 155 tardío
Por momentos, durante su declaración como testigo, cualquiera diría que estábamos ante el mismo Rajoy de los subterfugios envolventes y las perogrulladas autocomplacientes de sus ruedas de prensa. Pero se ha retratado a preguntas de Francesc Homs, abogado defensor de varios de los acusados.
Rajoy ha admitido que su Gobierno no aplicó todos los recursos legales para frenar una intentona golpista que, como ha reconocido, "se veía venir". Es decir, que si las autoridades catalanas llegaron tan lejos fue porque les dejaron. Con su mayoría absoluta, Rajoy podía haber recuperado en el Código Penal el delito de la convocatoria de referéndums ilegales. Pero es que tampoco recurrió al Constitucional muchos de los pasos intermedios que fueron dando los separatistas en su desafío al Estado. Y, en definitiva, tomó tarde la decisión de aplicar el 155 del que tanto se vanagloria.