El asesinato de más de doscientas personas en Sri Lanka, en una serie de ataques coordinados en varias ciudades del país contra tres iglesias y varios hoteles de lujo, es un suma y sigue en las arremetidas contra la comunidad cristiana en Oriente.
A mediados de mayo, hubo tres atentados suicidas contra iglesias cristianas en Indonesia. A finales de enero, el objetivo fue una catedral de Filipinas ubicada en una región de mayoría musulmana. Pero los atentados de Sri Lanka, por su número y coordinación, requerían de un grupo bien organizado.
Minoría cristiana
Los objetivos elegidos, el hecho de que hubiera terroristas suicidas y el día escogido, el Domingo de Resurrección, son circunstancias que apuntan a un nuevo ataque islamista. El atentado ha sorprendido a las autoridades, acostumbradas a enfrentamientos entre budistas y musulmanes, en un país en el que la minoría cristiana es sólo el 7% de la población y está plenamente integrada.
"Hay temor a que esto repercuta en la convivencia, porque una salvajada así no estaba pasando", declaraba este domingo a nuestro periódico un joven español que reside hace años en el país asiático. Un amigo suyo, que había ido a misa, escapó de la masacre por unos segundos.
Masacre sin precedentes
En Sri Lanka hay una mayoría budista (67%), que convive con hinduistas (15%), musulmanes (11%) y la citada minoría cristiana. El temor a nuevos ataques y a posibles represalias ha llevado a las autoridades a decretar el estado de emergencia. Y es que se trata de la mayor masacre ocurrida en Sri Lanka desde la guerra civil, concluida hace una década.
La intolerancia y los ataques a la libertad religiosa son una lacra que sigue sacudiendo en todos los rincones del planeta. Y las estadísticas dicen que el proble va a más. Las dificultades de luchar contra el fanatismo y lo complicado de detener este tipo de violencia, con suicidas dispuestos a todo, no permiten ser optimistas.