Todo el caos que reina en el PP tras el batacazo electoral ha aflorado en la celebración del día de la Comunidad de Madrid. Si Pablo Casado negaba el saludo al que fue hasta hace unas semanas presidente popular de la región, Ángel Garrido, Esperanza Aguirre instaba a PP y Cs a "facilitar" a Pedro Sánchez la investidura con tal de evitar la entrada de Podemos en el Gobierno. 

Bien es verdad que esta postura posibilista y necesaria de Aguirre, que también promueven sectores próximos a Soraya Sáenz de Santamaría, tiene un precedente: cuando Aguirre ofreció al PSOE de Antonio Miguel Carmona la alcaldía de Madrid para evitar que el ayuntamiento de la capital cayese en manos de Manuela Carmena.

Mamandurrias

Esta iniciativa no sería descabellada, pues alejaría al PSOE de los compromisos con Podemos y dejaría sólo en las manos de Pedro Sánchez la decisión de inclinarse hacia la izquierda más dogmática o hacia la socialdemocracia

Paralelamente, la misma Esperanza Aguirre ha criticado el liderazgo de Pablo Casado -su antiguo discípulo- cuando lo ha acusado de "darle una patada a Abascal en (su) trasero" en referencia a las palabras del presidente del Partido Popular en las que reprochaba al líder de Vox el haber cobrado "chiringuitos y mamandurrias del PP" bajo el amparo de Aguirre.

Los nuestros

Es imprescindible que el PP determine con prontitud y claridad su espacio, con propuestas constructivas, y que no intente ocupar el terreno de la centralidad a base de estacazos hacia Vox o Ciudadanos. Tiene razón Alberto Núñez Feijóo cuando admite errores de "estrategia" y de "posicionamiento ideológico". 

La paradoja es que, a día de hoy, coinciden los aguirristas y los sorayistas en un partido sumido en una auténtica guerra de guerrillas. Como diría Pío Cabanillas, en el PP ya no se sabe “quiénes son los nuestros” tras el 28-A.