Navarra es una de las comunidades donde son más evidentes las tensiones entre el nacionalismo y el constitucionalismo, y así ha quedado reflejado en los resultados del 26-M. Navarra Suma, coalición formada por UPN, PP y Cs, ganó el domingo con claridad al obtener 20 escaños (la mayoría absoluta está en 26). El bloque nacionalista y populista, que forman Geroa Bai (marca blanca del PNV), Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra se quedó en 19. Los socialistas obtuvieron 11. 

El PNV está presionando a los socialistas para que impidan que gobierne Navarra Suma. ¿Cómo? Aceptando el PSN los votos nacionalistas para investir presidenta a María Chivite. ¿Cuál es el cebo? Que Pedro Sánchez necesita los votos del nacionalismo vasco para llegar a la Moncloa.

Anexión

Ante esta situación, el PSOE no puede dudar. Ni siquiera tiene que votar a favor de Javier Esparza: le basta con abstenerse. De esta forma impediría otros cuatro años de gobierno de un nacionalismo que no esconde sus pretensiones de anexionar Navarra al País Vasco.

Según desvela hoy EL ESPAÑOL, hay conversaciones al más alto nivel entre destacados socialistas para convencer a Sánchez de que de ninguna manera utilice Navarra como moneda de cambio para intereses cortoplacistas.  

Chantaje

Hay que recordar que aun cuando los socialistas navarros se abstuvieron en la investidura de Uxue Barkos, han estado esta legislatura en la oposición. Y le ha ido bien: pasa de 7 a 11 diputados. Además, formaron parte en su día del gabinete de Yolanda Barcina, cuando ocuparon incluso la vicepresidencia del Ejecutivo. 

Ante el chantaje peneuvista del Navarra a cambio de la Moncloa, Sánchez tiene la oportunidad de demostrar si está en las posiciones del PSOE de siempre o si, como dicen sus críticos de dentro y fuera del partido, es capaz de cambiar los principios por sus ansias de poder. Es momento de demostrar altura de miras y sentido de Estado.