EL ESPAÑOL publica hoy una entrevista con Sergio Álvarez, el militante socialista que mostró sus posaderas a los miembros de Cs durante la celebración de la manifestación del Orgullo Gay en Madrid. Al margen de lo procaz del gesto, en la misma entrevista el protagonista arguye que su acción obedeció a una consigna: "para provocar hay que ofender".

La máxima de este activista ayuda a contextualizar, y de qué manera, el estallido de violencia contra los representantes de Ciudadanos, acción que ha empañado la celebración de una fiesta como la del Orgullo, que debería ser, ante todo, inclusiva.

Lo nunca visto

Si ya es sonrojante que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, calentara los ánimos contra Cs con el argumento de que su presencia en la marcha tendría "alguna consecuencia", menos tolerable aún es que la Policía se preste a difundir dos informes donde, contra la verdad de los hechos, se asegura que en la manifestación del sábado no concurrieron situaciones de violencia, ni se lanzaron objetos contundentes.

En los informes, que han causado estupor dentro del Cuerpo, se llega a calificar la presencia de Ciudadanos como una "maniobra para catalizar la acción mediática". Lo nunca visto. Una vergüenza, a juicio de los sindicatos policiales.

Blanqueo

A la luz de lo acontecido estos días es inaplazable extraer unas mínimas lecciones. Ni el movimiento LGTBI es patrimonio de partido alguno, ni ningún político -y mucho menos un ministro- puede arrogarse la expedición de carnets de simpatizantes ni patente de corso para demonizar a quienes pretenden señalar como contrarios a la defensa derechos civiles. 

El ministro del Interior tiene que rendir cuenta por sus lamentables manifestaciones y por su responsabilidad en la elaboración y difusión de los informes policiales contra Cs. Hasta ahora, la violencia ejercida contra unos representantes públicos no sólo no ha sido perseguida, sino que ha quedado blanqueada y justificada.