España se encuentra ante la peor encrucijada que políticamente cabía imaginar. La semana que empezó con la ruptura de las negociaciones entre PSOE y Podemos, y continuó con el rechazo a la investidura de Pedro Sánchez, concluía este domingo con un acuerdo de los socialistas para gobernar Navarra gracias a Bildu.
La abrupta ruptura con Pablo Iglesias obligaba al PSOE a volver la mirada hacia Pablo Casado y Albert Rivera como última salida para lograr un acuerdo que evite nuevas elecciones. Y así lo solicitaba José Luis Ábalos: "Les toca el turno a ellos (PPy Cs). Lo que procede ahora es desbloquear".
Por escrito
Pero lo ocurrido en Navarra vuelve a poner las fichas en la casilla de salida. Javier Esparza, líder de UPN, recuerda hoy en EL ESPAÑOL el acuerdo por escrito al que llegó con Casado y Rivera: PP y Cs firmaron un documento por el cual, si María Chivite es presidenta con la abstención de Bildu, "no van a pactar nada con el PSOE a nivel nacional".
De forma autónoma, los socialistas navarros, con el voto favorable del 89% de las bases, han preferido gobernar aun a costa de tener que contar para ello con los proetarras. A costa, también, de cerrarle las puerta a Sánchez a cualquier intento de colaboración con el centroderecha. Lo ocurrido en Navarra debería llevar a reflexionar al líder de los socialistas acerca de su apuesta sobre la conveniencia de entregar el poder a los militantes.
Solución
El problema añadido es que, tal y como revela hoy la encuesta de SocioMétrica para EL ESPAÑOL, ir de nuevo a las urnas no resolvería el bloqueo político. El PSOE volvería a ganar con una ligera subida de medio punto, pero las sumas seguirían sin salir. Ante este panorama, quizás Iglesias pudiera tener una segunda oportunidad, pero las relaciones PSOE-Podemos están tan deterioradas que parece imposible poder recomponerlas en unas semanas. Y en cualquier caso, la última palabra siempre la tendrían los separatistas.
Así las cosas, quizás el horizonte menos malo sería el de una nueva convocatoria electoral en noviembre que diera paso a un gran acuerdo constitucionalista con cesiones de los tres grandes partidos. Eso supondría permitir gobernar a Sánchez -dado que el PSOE volvería a ser la fuerza más votada-, pero a cambio de revisar acuerdos como el de Navarra. Esa es la única solución que pondría fin al actual callejón sin salida y daría estabilidad para afrontar los enormes retos políticos y económicos que tiene planteados España.