La crisis humanitaria del Open Arms está sirviendo para mostrar el uso ventajista que unos y otros hacen de la política migratoria. Mientras más de un centenar de inmigrantes se encuentran frente a la isla italiana de Lampedusa, el Gobierno en funciones de Pedro Sánchez ha ofrecido este domingo "el puerto español más cercano" para el desembarco.

Y lo ha hecho después de que la opinión pública -y la propia ONG- se le echara encima al proponer, y tan sólo unas horas antes, que el Open Arms atracara en Algeciras. Hay que señalar que el de la ciudad andaluza es el puerto más alejado y colapsado del Mediterráneo, y es al que en un primer momento Salvamento Marítimo ordenó poner rumbo después de que Matteo Salvini bloquease la entrada de la embarcación a cualquier puerto italiano. 

Ocurrencia

La ocurrencia de Sánchez y su posterior rectificación es un nuevo brindis al sol para tratar de "liderar nuevamente la respuesta a una crisis humanitaria", como ya hizo con el Aquarius. La diferencia es que, en esta ocasión, el ofrecimiento de Sánchez del desembarco en Algeciras como primera solución fue tan disparatado e inviable que no ha tenido más remedio que dar marcha atrás.

La pregunta más evidente que cabe hacerse es la de por qué el Gobierno ofreció de entrada un puerto tan lejano como el de Algeciras, más aún cuando instalaciones portuarias como las de Palma de Mallorca, Barcelona o Valencia hubieran reducido el tiempo de viaje y el sufrimiento de los inmigrantes. Y a la pregunta, una respuesta palmaria: a Sánchez le ha salido cara la campaña de intentar sacar tajada del drama del Open Arms.  

Bruselas

En realidad, el discurso del Ejecutivo español al acoger a última hora al Open Arms no hace más que reafirmar -por contraste- la imagen de firmeza de un Matteo Salvini al que no le han dolido prendas a la hora de demostrar su carencia de humanidad ante el aplauso de los suyos. 

No es de recibo que un Gobierno como el de España se valga del drama migratorio a beneficio de inventario, y menos que sea el mismo Gobierno que se reunió con Angela Merkel hace justo un año para abordar la crisis de los refugiados. Sánchez ha optado por una solución tardía y a contramarcha que, de entrada, puede desacreditar la voz de nuestro país a la hora de exigir que Bruselas implemente un protocolo urgente de actuación para atajar la tragedia del Mediterráneo. Hay asuntos que no merecen estos bandazos.