Las manifestaciones de Cayetana Álvarez de Toledo criticando a los populares vascos por el "error" de haber sido "tibios" y haber asumido parte del discurso nacionalista han incendiado la convención que estos celebran en Vitoria durante el fin de semana.

A Álvarez de Toledo no se le puede negar arrojo y coherencia. Es lógico que alguien que ha sido el motor de una plataforma como Libres e Iguales, que lucha por la deslegitimación del nacionalismo, no se avenga a comulgar con la existencia de determinados privilegios que, con la coartada de los "derechos históricos", crean desigualdades entre los españoles del siglo XXI.

Borja Sémper, portavoz del partido en el Parlamento vasco, le respondió este viernes con dureza: "Mientras algunas caminaban sobre mullidas moquetas, otros nos jugábamos la vida defendiendo la Constitución". Hoy mismo, la secretaria general del PP vasco, Amaya Fernández, se suma a esas críticas y manifiesta en una entrevista a EL ESPAÑOL que atacarles así es "debilitar el constitucionalismo".  

Discrepancia

Pero a la portavoz parlamentaria del PP le ha faltado mano izquierda. Realizar unas críticas tan demoledoras a sus compañeros vascos en la víspera de su convención sólo podía tener el efecto que ha tenido: exaltar los ánimos y poner en el primer plano las contradicciones internas del partido. Y eso en un momento en el que se pretendía dar imagen de unidad a una año vista -si no hay adelanto electoral- de los comicios vascos. 

En el fondo, y contrariamente a lo que pudiera parecer, Álvarez de Toledo y Amaya Fernández no están lejos ideológicamente. Discrepan, eso sí, en la forma de lograr sus objetivos.

Pragmatismo  

Los populares vascos creen que el tablero en el que tienen que jugar es el que es, y que deben ser posibilistas para no seguir languideciendo, a riesgo incluso de desaparecer. Consideran que hay que ser pragmáticos y mimetizarse lo suficiente en un paisaje que han conformado a su gusto los nacionalistas durante décadas. 

Álvarez de Toledo está convencida, por su parte, de que "lo moral es lo eficaz" -según su propia expresión-, y que sólo con un rechazo frontal a todo lo que representa el nacionalismo podrá el PP rehacerse.

El dilema no tiene fácil solución, es consecuencia de las dificultades de armonizar un complejo Estado autonómico y, de hecho, todos los partidos nacionales chocan en algún momento con las contradicciones resultantes de tener un país y diecisiete al mismo tiempo. Y cuando llegan esos choques, la política enseña que conviene ser prudente.