Si el mundo separatista quería mostrar que las calles son suyas, que es capaz de mantener sus movilizaciones, este martes ha errado de pleno. El día en el que los independentistas conmemoran la celebración de su referéndum ilegal, las imágenes y las cifras que dejan este 1-O prueban que su movimiento se desinfla.
Si en la marcha del pasado 1-0 la Guardia Urbana cifró en 180.000 el número de manifestantes, este año apenas se han superado los 18.000. Y este fracaso llega después del pinchazo de la Diada, con 400.000 manifestantes menos que en la misma jornada del año anterior.
Desobediencia civil
Bien es cierto que estamos en vísperas de que se conozca el fallo del Tribunal Supremo sobre los líderes del procés, y que quienes están llamados a la "desobediencia" pueden volver a colapsar Cataluña. Y hay que tener en cuenta que cuando un movimiento así se desinfla, existe el riesgo de que desemboque en violencia. Por ello no se puede bajar la guardia.
Lo más grave de este 1-O ha sido el llamamiento que, desde la Generalitat, ha hecho el presidente catalán a caminar "sin excusas" hacia la república catalana. Quim Torra vuelve a utilizar una institución de todos los catalanes como arma contra más de la mitad de la población y contra el marco jurídico que garantiza su existencia.
'Plan Sánchez'
Ante esta reiteración del desafío, bienvenida sea la reconversión de Sánchez hacia posiciones de firmeza democrática. Si este martes por la mañana, el presidente advertía a Torra de que no debe "jugar con fuego" porque estando el Gobierno en funciones también se puede aplicar el 155, por la noche, en un mitin en Zaragoza, instaba a los grandes partidos nacionales a apoyarle en una hipotética aplicación de la intervención de la autonomía catalana.
El líder socialista parece dispuesto a desmentir el argumento de Albert Rivera de que el plan Sánchez consiste en contemporizar y pactar con los nacionalistas. Es cierto que estamos en precampaña, pero los gestos de Sánchez no tienen una fácil vuelta atrás.