La exhumación de Franco, incardinada indefectiblemente en el debate público ante las elecciones del 10-N, genera opiniones dispares. EL ESPAÑOL reveló este miércoles un sondeo de SocioMétrica en el que se detalla que hay un empate técnico entre los partidarios y los detractores de que los restos del dictador sean trasladados a El Pardo: 41,9% por un 42,1%.
Conviene resaltar que esta división entre los españoles no obedece a la manida tesis de las dos Españas que muchos quieren azuzar en pleno siglo XXI. Hay varios factores que lo explican. Por ejemplo, es muy significativo que el porcentaje de quienes se oponen a la exhumación ha subido 12 puntos en los últimos 10 meses, seguramente saturados por cómo se ha instrumentalizado.
Memoria histórica
Hay que tener presente que muchos de los que rechazan la exhumación lo hacen motivados por su disconformidad con el espíritu de una ley de Memoria Histórica que conciben sectaria y poco útil para el objetivo de promover la reconciliación entre los españoles.
También es elocuente que dentro de los contrarios a la exhumación se contabilice un gran número de personas de ideología de izquierdas que consideran cosmética y estéril toda esta operación. Pablo Iglesias la criticaba estos días por "electoralista".
El Valle
Resulta llamativo que quienes nacieron después de 1975, año en que murió el dictador, sean los que con mayor entusiasmo defienden el traslado de Franco al cementerio de Mingorrubio. En cambio, quienes nacieron en la posguerra y vivieron la dictadura y la Transición son los menos beligerantes en esta cuestión.
La permanencia de Franco en Cuelgamuros ha sido una anomalía democrática, como bien arguyen sus principales biógrafos a los que hemos venido dando voz en nuestras páginas. Esos mismos especialistas subrayan que sería un error histórico cerrar el Valle de los Caídos o demoler el monumento, como han planteado algunos. Son partidarios de convertir el enclave en un museo de la Guerra Civil que sirva para reconocer nuestro pasado. Parece lo más oportuno.