La dimisión de Albert Rivera al frente de Ciudadanos no tiene parangón en la política española más reciente. El hundimiento de los liberales, que han pasado en tan sólo siete meses de 57 a tan sólo 10 escaños, se debe al error de su líder de oponerse a cualquier entendimiento con Pedro Sánchez y a sumar 180 diputados para el centro y la izquierda que hubiera evitado la repetición de elecciones.
El pacto es la esencia del sistema parlamentario. Rivera no lo supo ver y esa mala decisión le perseguirá siempre. Sin embargo, ese fallo no debe empañar las evidentes luces del político que volvió a aglutinar e ilusionar al centro en España. El mismo político que fue capaz de muñir con el propio Pedro Sánchez el llamado Pacto del Abrazo en un no tan lejano febrero de 2016. Y el dirigente que renunció a butacas en el Consejo de Ministros por coherencia política. No todos pueden decir lo mismo.
Maldición del centro
La dimisión de Albert Rivera entre las lágrimas de los suyos recuerda amargamente a la que protagonizó Adolfo Suárez tras las municipales de 1991, cuando el CDS cosechó un "resultado tremendamente negativo" y fue el propio Suárez quien, como Rivera en la mañana de este lunes, asumió en primera persona un fracaso sin paliativos. Dos partidos, conviene recordarlo, aquejados de un excesivo personalismo de sus dirigentes.
Puede parecer que en España existe una cierta maldición que afecta a los partidos de centro. Del CDS al Partido Reformista de Garrigues Walker o de UPyD a Cs, la moderación sin complejos en nuestro país acaba implosionando, como ha venido a demostrar la Historia. Al menos hasta ahora. Claro que en el caso de Cs, Rivera sí que ha sido capaz de cimentar un partido político que, a pesar de las últimas dimisiones, goza de unos cuadros dirigentes altamente capacitados y cuenta con un valor político indiscutible como Inés Arrimadas. Esa es una gran ventaja que no tuvieron proyectos anteriores.
Recambio garantizado
No es casualidad que la política jerezana venciera de calle en los debates electorales en los que participó y que tenga un brillo especial para empatizar con la gente. Ese innegable potencial permite tenerla en cuenta de cara al futuro como la primera mujer que podría tener opciones de alcanzar la presidencia del Gobierno. Por eso, el recambio, con tiempo y mesura, está garantizado en Cs.
La formación liberal debe afrontar ahora una travesía en el desierto con sosiego. Sin perder nunca de vista su condición última de partido centrista que puede y debe pactar a izquierda y a derecha con sentido de Estado. Es por esto que sus líderes se han quedado perplejos cuando el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, ha manifestado la voluntad de los socialistas de conseguir la investidura gracias a la suma -simultánea y disparatada- con Cs y Unidas Podemos. Cs deberá seguir pactando, sí, pero con fuerzas contiguas y no con los extremos. Harán bien, por tanto, los liberales en no hacer nada que pueda comprometer el liderazgo futuro de Inés Arrimadas mientras superan el luto.