Pedro Sánchez ha asumido la tarea de formar gobierno encomendada por el Rey sin desvelar cuál será el papel de los separatistas en la investidura y sin concretar una fecha para la misma. Ocultar esos tratos con las circunstancias que vive el país supone un oscurantismo injustificable.
La coincidencia en el tiempo de las consultas de Felipe VI con los diferentes partidos presentes en el Congreso y las negociaciones entre los socialistas y ERC supone un desaire a su papel institucional. El Rey ha tenido que designar candidato sin poder escuchar precisamente a quienes tienen la llave de la investidura de Sánchez, los republicanos, que se han excluido de su ronda de consultas.
Cita con Torra
Tras reunirse con el Monarca, Sánchez reprochó al PP que no favoreciese con su abstención el gobierno de coalición con Podemos. Poniendo la oración en pasiva, sería inimaginable que Sánchez pudiera facilitar un gobierno conformado por el PP y Vox. Si Sánchez nunca se abstendría ante una coalición que incluyese a un partido de extrema derecha, ¿por qué Casado habría de hacerlo ante otra que incorpora a la extrema izquierda?
Pero hay más. Sánchez anunció una próxima ronda de entrevistas con "todos los presidentes autonómicos" con la que enmascara su inminente encuentro con Torra, al que le ha instado ERC en las negociaciones.
Sigue la interinidad
Lejos de aclararse la situación con el encargo del Rey, la investidura de Pedro Sánchez sigue hoy tan en el aire como lo estaba la semana pasada. El líder socialista se ampara en un discurso voluntarista y apela a los "grandes consensos" y "grandes acuerdos de país", como si con su sola enunciación resolviera las dificultades que continúa teniendo para reunir los apoyos necesarios. De momento, España sigue en una interinidad cuyo fin ni mucho menos se vislumbra.