El primer acto político de Pedro Sánchez como presidente va a consistir en una llamada a Quim Torra. El gesto es muy elocuente: inicia esta nueva etapa conversando con un dirigente condenado a inhabilitación por desobediencia.
Conviene no olvidar el bochornoso espectáculo ofrecido por el presidente de la Generalitat frente al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, donde reconoció que vulneró y que vulnerará la ley ante lo que consideró una "orden ilegal" de un "órgano sin competencias", la JEC. Despreciativo, al más puro estilo de los etarras cuando eran juzgados y tildaban a los tribunales de represores y franquistas.
Estrasburgo
Si en democracia exigimos ejemplaridad a los políticos y hasta que dejen su cargo cuando pasan a estar imputados, en el caso de Torra hablamos ya de alguien juzgado y condenado, o lo que es lo mismo, absolutamente deslegitimado desde el punto de vista político. ¿Puede en esas circunstancias tenerlo un presidente del Gobierno por interlocutor? Parecerá así que desobedecer a las instituciones del Estado resulta menos grave que cometer otro tipo de delitos.
Este jueves, mientras Torra departa con Sánchez, el Supremo estará deliberando sobre sus recursos y también sobre la incidencia de la sentencia de Estrasburgo en la situación de Oriol Junqueras. Muy probablemente, el Alto Tribunal acordará su permanencia en la cárcel, manteniendo el criterio que la propia Abogacía del Estado trasladó al Tribunal de Justicia de la Unión Europea antes de que el Gobierno de Sánchez le obligara a cambiar de parecer.
Prevaricación
Llegados a este punto, es muy grave que la Generalitat ofrezca a Junqueras un "mecanismo" para burlar la prisión tratando de hacerse fuerte en sus competencias en materia carcelaria y agarrándose a algún artículo del Reglamento Penitenciario. De persistir en este propósito, el todavía presidente catalán podría incurrir en un delito de prevaricación.
Todo este vodevil que alienta Torra no hace más que continuar la estrategia separatista de embarrar la Justicia y sus tiempos. Hay soluciones definitivas para evitar que Junqueras pueda ser excarcelado por la puerta de atrás: retirar a Cataluña las competencias en prisiones o que el ministro del Interior traslade a los presos del procés a cárceles de fuera de Cataluña. En las actuales circunstancias son dos escenarios impensables. Eso sí, Sánchez se arriesga al ridículo nacional si algún día Torra se convierte en el libertador de Junqueras.