Este domingo era un día marcado en rojo por muchos para valorar la madurez de la sociedad española frente al escenario, quizá no tan próximo, del desconfinamiento total. Permitir que los menores pudieran salir a oxigenarse acompañados de sus progenitores, a no más de un kilómetro de casa y durante una hora, ha degenerado en una estampida de ciudadanos irresponsables.
Aprovechando el buen tiempo y la relajación de las medidas del encierro, miles de personas se han lanzado a la calle y han colapsado parques y jardines sin respetar las medidas mínimas de seguridad que exige una pandemia como la que sufrimos.
Desmadre
Tienen razón los médicos y el personal médico cuando se preguntan si les ha merecido la pena "dejarse la piel" para encontrarse ahora con escenas escandalosas. La excusa del paseo de los niños ha dado pie a un desmadre en el que ha habido hasta pasacalles de disfraces.
Esta actitud inconsciente de tantos ciudadanos no sólo tendrá consecuencias sanitarias que conoceremos en breve: también amenaza con retrasar la desescalada que plantean las autoridades. Nuestro país ha exhibido ante el mundo cuál es el cóctel perfecto para que pueda surgir un nuevo brote de coronavirus. Con lo vivido este domingo, plantear la reactivación controlada del turismo parece una quimera.
Sacrificio
Es incomprensible esta actitud infantil de la sociedad que pone en riesgo todo el sacrificio de seis semanas de confinamiento. Algunos parecen empeñados en que creamos que los españoles sólo responden a medidas coercitivas.
Lo de este domingo es un pésimo precedente. Se ha atentado contra la labor de los sanitarios y contra la salud de todos, como si la epidemia hubiera pasado. Pero la realidad es que el coronavirus sigue matando a una media de 300 personas al día y la posibilidad de rebrote es real.