Con una mayoría aplastante pero con uno de los peores datos electorales en la historia de Podemos, Pablo Iglesias ha vuelto a ser reelegido líder de su partido por unas bases menguantes. En su hoja de servicios, una labor como vicepresidente que no sólo ha tensionado a los españoles, sino que ha capitalizado estos días una gravísima crisis de Gobierno.

Desde que a última hora del miércoles trascendió el documento por el cual PSOE, Podemos y Bildu firmaban una derogación exprés de la reforma laboral, el Ejecutivo ha vivido una crispación interna sin precedentes que ha puesto de manifiesto dos cosas: las débiles costuras de la coalición, y el denodado esfuerzo de Iglesias por usar el cargo de vicepresidente para redoblar su pulso a Pedro Sánchez, con quien, según revela hoy EL ESPAÑOL, mantuvo una reunión de urgencia el jueves.

Protagonismo

Si ese encuentro logró que el vicepresidente frenara sus pretensiones aún no se sabe, pero lo cierto es que el viernes los ministros de Podemos guardaron un silencio más que elocuente. La frenética actividad de Iglesias en los últimos cuatro días ha supuesto dos logros más que dudosos: que se haya quebrado abruptamente el diálogo social y que Europa mire a España aún con más reticencias de cara al reparto de las ayudas.

Este mismo exceso de protagonismo de Iglesias ha hecho que vuelvan a florecer todas sus paradojas. Contradicciones que han pasado a ser, como en el caso de Pedro Sánchez, la norma de un modo de entender la política. 

Galapagar

Quien con más ahínco defendió la implantación de los escraches en España, comprueba ahora que la población le responde con una cacerolada en los aledaños de su domicilio. Tanto le afecta a Iglesias que la reacción popular -"el jarabe democrático"- se le vuelva en contra, que la Guardia Civil ha prohibido que los vecinos coloquen banderas en sus propias vallas.

Y mientras los agentes se vuelcan en la custodia de su chalet, tienen como centro de operaciones un edificio en condiciones lamentables, tal y como detalla este periódico. Hasta el momento, Iglesias, presto siempre a reivindicar la dignidad de los trabajadores públicos, no ha tenido ningún gesto para que se eliminen las humedades y las termitas del cuartel de Galapagar. Toda una metáfora de ese "tomar los cielos por asalto" que tanto preconizaba su partido.