El mundo vivirá este 24 de diciembre una de las Nochebuenas más atípicas de la Historia. La pandemia ha trastocado definitivamente la fiesta familiar por excelencia en Occidente. Y no hay que olvidar que el cristianismo es la religión más extendida del planeta. Hasta el Vaticano ha modificado su agenda: no habrá bendición Urbi et Orbi desde el balcón de la Plaza de San Pedro, y el Papa Francisco oficiará una Misa del Gallo muy restringida e insólita a las siete y media de la tarde.
La Nochebuena nos da la temperatura exacta de cómo la pandemia ha alterado la normalidad. Parafraseando a Muñoz Molina, hemos visto deshacerse "todo lo que era sólido". En menos de un año -fue al final de diciembre de 2019 cuando las autoridades chinas dieron la voz de alarma- el mundo ha sufrido una transformación radical.
Incertidumbre permanente
Las imágenes de las ciudades vacías, el duro confinamiento, la tragedia de la muerte como rutina mediática, el distanciamiento social, el temor a perder el empleo... Las circunstancias nos han obligado a aprender a vivir en la incertidumbre permanente. Aún está por medir el impacto psicológico del coronavirus.
Y coincidiendo con la buena noticia de la llegada de las vacunas, conocemos también la existencia de mutaciones del virus que lo hacen más peligroso. Por medio, cierta utilización política del desastre, la constatación de que nadie estaba preparado para algo así y el surgimiento de un movimiento negacionista que conglomera lo peor del desconocimiento y de las redes sociales.
No obstante, en un día tan señalado también hay que destacar los valores humanos que la epidemia ha puesto de relieve: desde el heroísmo de los sanitarios al gran movimiento de que ha generado.
Vacunas a contrarreloj
Será ésta una Nochebuena extraña. Con limitaciones en nuestro propio hogar. Con separación de las familias. La esperanza es el gran patrimonio del Hombre, y la esperanza es hoy la Ciencia, capaz de desarrollar unas vacunas a contrarreloj que podrían ir devolviéndonos poco a poco la normalidad perdida.
Pero la esperanza también está depositada en el sentido común y el compromiso ciudadano. De nosotros depende en buena medida que el 24 de diciembre de 2021 vuelva a parecerse a los de antes de esta infausta pandemia.